Antes incluso de que se terminara la construcción del Camposanto, sus paredes interiores se comenzaron a decorar con una larga serie de frescos realizados por algunos de los mayores artistas de la época. Te encuentras en el que ciertamente es uno de los lugares más importantes para la historia de la pintura del siglo XIII en Italia.
Entre los artistas que participaron en la decoración de este cementerio monumental, un nombre que debes tener absolutamente presente es el de Buffalmacco, apodo de Buonamico di Martino, a quien debemos la obra más famosa que puedes admirar aquí, el Triunfo de la Muerte: te hablaré sobre ella en el siguiente archivo; pero aquí también podrás ver una magnífica Crucifixión de Francesco Traini, así como obras de Andrea Bonaiuti, Antonio Veneziano y Spinello Aretino, autor del ciclo de las Historias de los Santos pisanos; y las maravillosas Historias del Antiguo Testamento, de Taddeo Gaddi y Piero di Puccio. Por último, pero sólo en orden cronológico y no desde luego en importancia, está el florentino Benozzo Gozzoli, que en el siglo XV finalizó el ciclo iniciado por Gaddi y Puccio.
Pero además de las pinturas, acuérdate también de dedicar la debida atención a los muchos sarcófagos de época romana, a menudo de muy alta calidad, que solían reutilizarse para los pisanos ilustres que en época medieval eran acogidos en esta especie de "panteón" ciudadano.
Para admirar los frescos del Camposanto ya no tendrás que recorrer los incómodos corredores, llamados "galerías", como sí tuvieron que hacer desde principios del siglo XIX hasta la Segunda Guerra Mundial los numerosos visitantes que accedían al monumento. Ahora los frescos se conservan en una única gran sala, después de que en julio de 1944, un disparo de artillería causara un incendio de terribles consecuencias para los frescos.
Y todavía se está realizando una delicada intervención de recomposición y, cuando es posible, de recolocación de los fragmentos en su ubicación original.
CURIOSIDAD: en una de las galerías del Camposanto están expuestos algunos de los gigantescos eslabones de las cadenas que impedían el acceso a Porto Pisano, donde se reparaba la flota de guerra de la República de Pisa. Después de la batalla naval de Meloria, ganada por su rival Génova a finales del siglo XIII, las cadenas fueron llevadas a esta ciudad en señal de victoria. ¡No se devolvieron a Pisa hasta seis siglos más tarde!