La Basílica de San Apolinar Nuevo, que data de las primeras décadas del siglo VI, fue encargada por el rey de los ostrogodos, Teodorico, que era fiel al culto arriano. Sin embargo, alrededor del año 561, fue nuevamente consagrada para el culto católico.
El rey Teodorico construyó la basílica como capilla palatina, ya que su palacio real se alzaba junto a ella. Sin embargo, tras su reinado, la iglesia fue consagrada primero a San Martín y después a San Apolinar, que había sido el primer obispo de Rávena.
Debes saber, de hecho, que había importantes diferencias entre los cultos católico y arriano que llevaron a la Iglesia católica a considerar el arrianismo una religión herética. El principal desacuerdo estaba relacionado con la figura de Jesucristo, que para los arrianos no era considerado inmortal ni se le daba la misma importancia que a Dios.
Por ello, muchos mosaicos relacionados con Teodorico se modificaron para eliminar las referencias a él y a sus creencias.
Pero los cambios realizados en la basílica no solo están relacionados con estos acontecimientos.
Esta iglesia, entre terremotos y bombardeos, ha sufrido graves daños varias veces. El ábside, por ejemplo, se reconstruyó por completo después de la Segunda Guerra Mundial, mientras que el pórtico adosado a la fachada y la ventana ajimezada del centro se reconstruyeron después de la Primera Guerra Mundial.
Si rodeas el edificio, observarás varias hileras de ventanas a lo largo de las paredes laterales. Estas se encargan de que la basílica esté bien iluminada, para resaltar el oro de las decoraciones y la belleza del mármol del interior.
Uno de los detalles más llamativos del exterior es el campanario, de base redonda y con diferentes tipos de ventanas.
Obsérvalas detenidamente: empezando por abajo, las de los tres primeros niveles son ventanas de una sola hoja, con una sola abertura; más arriba, se convierten en ventanas ajimezadas, con dos aberturas; por último, se transforman en elegantes ventanas tríforas.
Curiosidad: durante mucho tiempo, las dos basílicas que llevan su nombre aquí en Rávena han estado en disputa por las reliquias de San Apolinar, pero, como dice el refrán: «mientras dos discuten, el tercero disfruta». De hecho, los restos del santo fueron trasladados a Alemania, salvo la cabeza y una mano, que se conservan en la catedral de Rávena.