La Capilla Arzobispal, situada en la primera planta del Palacio, está dedicada a San Andrés. Se construyó a instancias del obispo Pedro II hacia el año 500 d. C., en la época en que Rávena había caído en manos de los ostrogodos de Teodorico.
El motivo de su construcción es curioso: en realidad, este edificio católico ortodoxo pretendía ser una protesta contra el culto predominante en aquella época, el arrianismo.
La capilla consta de dos pequeñas salas: un vestíbulo y la capilla propiamente dicha, con su pequeño pero maravilloso ábside.
Al entrar en el vestíbulo, se percibe de inmediato el mármol que reviste la parte inferior de las paredes. Después, al dirigir la mirada hacia arriba, a la bóveda, se descubren gran cantidad de teselas doradas que sirven de telón de fondo a una decoración exquisita de lirios blancos y aves de diversas especies que evocan la imagen del Paraíso Terrenal.
Si miras justo encima del vestíbulo, verás una insólita imagen de Cristo Guerrero, una auténtica declaración de guerra al arrianismo: Cristo, vestido de soldado, aplasta la cabeza de una serpiente, símbolo del pecado, y de un león, que representa la herejía. A lo largo de las paredes, las inscripciones doradas sobre fondo azul realzan la importancia del mosaico con el mensaje: «o la luz ha nacido aquí o, si no, hecha prisionera, aquí reina libre».
Ahora, pon el audio en pausa y vuelve a reproducirlo cuando llegues a la sala principal.
La parte central del techo está dominada por un mosaico dorado con un escudo central con el monograma de Cristo, formado por las letras griegas «I» y «X» superpuestas. El escudo que lo encierra está sostenido por los cuatro arcángeles, intercalados con las imágenes simbólicas de los cuatro evangelistas: el águila de San Juan, el toro de San Lucas, el león de San Marcos y el ángel de San Mateo. Las cuatro figuras sostienen los volúmenes de los Evangelios.
La semicúpula del ábside está adornada con una bóveda azul estrellada con una gran cruz dorada.
En varios lugares verás retratos de santos y santas, estas últimas con grandes ojos, la cabeza cubierta por un velo y luciendo diversas joyas.
Me despido con una curiosidad: las teselas doradas de los mosaicos se hacían incorporando a la pasta de vidrio una fina lámina de oro auténtico. ¡Por eso estos mosaicos siguen brillando tanto después de más de 1500 años!