Y ahora busca un lugar cómodo y mira hacia arriba: vas a sumergirte en una de las mayores obras maestras del arte de todos los tiempos. Hablo por supuesto de los frescos de Miguel Ángel. Tienes la suerte de poderla ver después de una delicada limpieza de los frescos, estropeados principalmente por el humo de los cirios, y que les ha devuelto el brillo que tenían cuando se pintaron, con toda la magnificencia de sus colores.
Como te decía, la bóveda estaba decorada con un cielo estrellado, pero a principios del siglo XV se abrió una grieta: el papa Julio II ordenó que se reparara, pero se hacía urgente volver a pintarla.
Julio II della Rovere era sobrino de aquel Sixto IV que había mandado construir la Capilla Sixtina: ambicioso, autoritario e impulsivo, quería dejar una profunda huella en la historia de la Iglesia. Además de llamar a Rafael para que realizara los frescos de sus aposentos privados y de encargar a Bramante la reconstrucción de la basílica, el pontífice encargó a Miguel Ángel que pintara a los Doce Apóstoles en las "repisas", es decir, sobre las ménsulas en forma de capitel, así como sencillas decoraciones geométricas en el techo. Un proyecto demasiado banal para Miguel Ángel, que a sus treinta y tres era ya una leyenda viviente. Sin dejar de quejarse por la incomodidad del trabajo, ya que el papa no le pagaba y porque pintar le gustaba mucho menos que esculpir, el maestro le propuso al pontífice un proyecto mucho más complejo.
Miguel Ángel concibió una serie de frescos de más de mil metros cuadrados que transformaba, por medio de la simple pintura, un techo abovedado normal en una estructura arquitectónica extremadamente compleja.
En las lunetas que están sobre las ventanas, las generaciones de los antepasados de Cristo; en los salientes angulares, escenas del Antiguo Testamento. En lugar de los Apóstoles como estaba previsto, siete profetas y cinco sibilas, y junto al trono de cada uno de ellos, dos pilares que sostienen una cornisa que rodea el centro del techo en toda su longitud. A su vez, la cornisa se divide en nueve campos rectangulares, grandes y pequeños de manera alterna, dentro de los cuales se representan los episodios más sobresalientes del Génesis, en orden cronológico empezando por la zona superior del altar.
Entre un compartimento y otro de la cornisa, sobre los pilares de los profetas y las sibilas, de un lado al otro, puedes ver figuras de jóvenes desnudos conocidos como ignudi.
CURIOSIDAD: en diferentes puntos de la bóveda observarás algunas guirnaldas de hojas de roble. Son prácticamente un "logotipo", de hecho, los papas Sixto IV y Julio II pertenecían a la familia Della Rovere, es decir, "del Roble".