Como puedes imaginar, entre Rafael y el nuevo papa León X, hijo de Lorenzo el Magnífico y amante del arte y las antigüedades, se estableció enseguida una perfecta sintonía intelectual. Al contrario que su predecesor, León X era un hombre de paz, pero en años posteriores se encontró con que tuvo que hacer frente a la tormenta de la Reforma, y su actitud poco decidida se mostrará inadecuada ante el ímpetu polémico de Martín Lutero y su áspera crítica contra la Iglesia de Roma.
En la tercera habitación notarás de inmediato un espíritu diferente, humanístico y arqueológico, como si León X quisiera recordar episodios históricos relacionados con aquellos de sus predecesores que habían elegido su mismo nombre.
El fresco titulado El incendio del Borgo, episodio que da nombre a la habitación, es de 1514: cuenta cómo León IV apagó milagrosamente un incendio en el barrio romano llamado Borgo. Y observarás que aquí el estilo de Rafael vuelve a cambiar: las figuras están claramente inspiradas en el arte clásico, y si has leído la Eneida, no puedes evitar pensar en Eneas huyendo del incendio de Troya llevando sobre los hombros a su padre. La escena y la atmósfera quizá te puedan parecer un poco retóricas, pero a cambio quedarás fascinado por el cristalino sentido del color y por la refinada representación de la belleza, sobre todo en las figuras de las mujeres que tratan de extinguir el fuego.
Ten en cuenta que este es el único fresco de la tercera habitación que fue pintado por Rafael: los otros tres fueron realizados por los colaboradores de su taller, entre los que comenzaba a brillar Giulio Romano, el futuro maestro del Palacio Te de Mantua. Con el tiempo Rafael comenzó a reservarse el papel de supervisor, y a dirigir sus intereses hacia la arquitectura, la arqueología y la conservación del patrimonio artístico: fue nombrado superintendente de antigüedades con la tarea de custodiar y organizar las colecciones arqueológicas que se acumulaban en el Vaticano.
Y de hecho en la cuarta habitación, la Estancia de Constantino, se limitó a su diseño y a preparar algunos dibujos. Fue completada cinco años después de su muerte por sus mejores alumnos, entre ellos, precisamente, Giulio Romano.
CURIOSIDAD: en las paredes de la Sala de Constantino no te pasará inadvertido un "retrato" muy inusual, el de Hannón. Hannón era el elefante donado por el rey de Portugal al papa León X, que lo mantuvo con todos los cuidados en los jardines del Vaticano.