Estás ahora en la Estancia de Heliodoro, que lleva el nombre de su primer fresco.
Ten en cuenta que esta era la habitación donde el papa celebraba las audiencias privadas, por lo que era importante en el plano político y diplomático, especialmente después de la desafortunada campaña militar que había fracasado en su objetivo de expulsar a los franceses de Italia. Esto te permite entender por qué las pinturas realzan el papel político del papa y de la Iglesia, así como el apoyo de Dios frente a los agresores. Julio II está también retratado en dos frescos que narran episodios antiguos, para hacer hincapié en el vínculo entre el pasado y el presente.
Comienza contemplando el fresco titulado la Expulsión de Heliodoro del templo: en un momento difícil para el ejército papal, la historia de Heliodoro, que había robado el tesoro del templo y fue castigado por Dios por mediación de un sacerdote, se vuelve a proponer en clave de actualidad.
El fresco de al lado, de título el Encuentro de León Magno con Atila, te muestra a los invasores bárbaros detenidos por el papa, mientras que en el cielo aparecen los santos patrones de Roma, Pedro y Pablo.
De aquí en adelante, Rafael, que ya ha visto la amplia porción de la bóveda de la Sixtina recién terminada por Miguel Ángel, cambia abruptamente de estilo: como observarás, las escenas acentúan los efectos dramáticos y los contrastes entre las luces y las sombras, mientras que las estructuras arquitectónicas se vuelven opresivas.
Pasa ahora al fresco titulado la Misa de Bolsena, que rinde homenaje a un milagro que tuvo lugar en el siglo XIII, relacionado con la fiesta del Corpus Christi. Como ves, aquí Rafael tuvo que pintar el fresco alrededor de una ventana. Se las arregla con una jugada maestra: en la estrecha pared de la izquierda representa al grupo de fieles más numeroso y concurrido, mientras que en las superficies más amplias de la derecha retrata a los personajes del séquito papal.
En 1513, en mitad de los trabajos, murió Julio II: Rafael quedó profundamente entristecido y lo retrató en el papel de santo en la obra titulada la Liberación de San Pedro: un prodigio de magia luminosa y silenciosa emoción a la luz de la luna.
CURIOSIDAD: la recreación de la Expulsión de Heliodoro del templo no trajo suerte al Vaticano: quince años después, en pleno saqueo de Roma, los mercenarios alemanes llamados lansquenetes acamparán en esta habitación y encenderán un fuego, justo debajo de este fresco, dañándolo.