Al entrar en el Panteón, se accede a un espacio que sorprende de inmediato por sus proporciones perfectamente equilibradas y su armonía visual.
La entrada está marcada por una gran puerta de bronce de aproximadamente 7 metros de altura. No es la puerta original del primer edificio, pero sigue siendo antigua, probablemente del siglo IV. Al cruzarla, el espacio se abre de forma repentina, creando una sensación de continuidad entre el pórtico y la gran sala circular.
El elemento más impresionante es la cúpula, una de las más grandes jamás construidas en mampostería. Tiene forma hemisférica y descansa sobre un tambor cilíndrico. En su centro se encuentra el óculo, una abertura circular de 8,3 metros de diámetro. Es la única fuente de luz directa del interior y no está cubierta por vidrio. Cuando llueve, el agua cae directamente al suelo y se evacua a través de pequeños desagües. Simbólicamente, el óculo ha sido interpretado como un vínculo entre el templo y el cielo, entre el mundo humano y lo divino.
El interior de la cúpula está aligerado por cinco filas concéntricas de casetones, que reducen su peso y acentúan su profundidad visual. Originalmente estaban adornados con bronce dorado o estucos decorativos.
El pavimento es el original de la época de Adriano. Está realizado en mármol y pórfido, con dibujos geométricos regulares: círculos, cuadrados y rectángulos que alternan colores como el giallo antico, el pórfido rojo y el mármol gris veteado conocido como “pavonazzetto”. En el centro es completamente plano, pero se inclina ligeramente hacia los bordes para permitir el drenaje del agua de lluvia que entra por el óculo.
Las paredes están divididas en nichos y columnas que crean un ritmo arquitectónico regular, alternando llenos y vacíos. Antiguamente, estas hornacinas albergaban estatuas de divinidades romanas, que con el tiempo fueron sustituidas por altares e imágenes cristianas.
Curiosidad: El espacio interior del Panteón responde a un principio geométrico exacto: el diámetro de la rotonda es igual a la altura hasta el centro de la cúpula, unos 43 metros. Esto significa que todo el ambiente podría inscribirse dentro de una esfera perfecta. Esta proporción no solo es estéticamente armoniosa, sino también una prueba del conocimiento matemático y técnico de los arquitectos romanos.
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