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La catedral románica de San Vigilio, conocida como la Catedral de Trento, se erigió en el lugar que hace tiempo ocupaba un antiguo santuario dedicado al santo, un exobispo y mecenas de la ciudad. La iglesia había sido construida fuera de las murallas porque servía como lugar de sepultura; de hecho, aquí se encuentran las tumbas de San Vigilio y tres santos mártires: Sisinno, Martirio y Alejandro.

A pesar del armonioso efecto general, la Catedral de Trento es el resultado de un complejo proceso constructivo que se ha prolongado durante varios siglos. Las obras se iniciaron en la primera mitad del siglo XI, y se reconstruyó a principios del siglo XIII por voluntad del obispo Federico Vanga, a partir de un proyecto de Adamo d'Arogno. Cuando este último murió, otros maestros se encargaron de continuar la obra sin alterar las pautas del proyecto original. Como ejemplo de la intrincada historia de construcción de la catedral, basta con mencionar el hermoso portal de estilo románico: presenta motivos góticos y renacentistas y se reconstruyó a principios del siglo XVI con fragmentos antiguos.

Del siglo XVI es también el magnífico campanario. En el siglo XIX, en la parte superior se colocó una característica cúpula en forma de bulbo.

Te sugiero que observes el edificio desde el centro de la plaza, desde donde puedes ver una de las principales características de este majestuoso complejo arquitectónico, que es la belleza de las líneas severas pero elegantes, de estilo románico-gótico. Mirando la parte lateral, nos damos cuenta del extraordinario cuidado de las proporciones y el trabajo de la piedra. En este lado, el exterior está animado por una galería de pequeños arcos y por el magnífico rosetón del siglo XII conocido como la Rueda de la Fortuna, llamada así porque en el centro se puede ver una personificación de la Fortuna.

A la izquierda del portal de entrada, llamado Porta del Vescovo, «Puerta del Obispo», en un nicho puedes ver a la Virgen de los Ahogados, copia de la original que se conserva en el interior, llamada así por la antigua costumbre de colocar a sus pies los cuerpos de los cadáveres que se sacaban de los ríos.

 

Curiosidad: según algunas leyendas, bajo la catedral hay un larguísimo pasadizo subterráneo que lleva al Palazzo Delle Albere, que utilizaba el cardenal Madruzzo, príncipe-obispo de Trento, para escapar en caso de peligro.

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