Si has llegado a Venecia en tren, no tienes que caminar mucho desde la estación para llegar al campo del Ghetto Nuovo, en torno al cual se concentra el barrio judío. Aquí realmente Venecia parece una ciudad aparte: faltan los habituales palacios nobiliarios y las iglesias monumentales a las que estás acostumbrado; por todas partes sólo ves construcciones de carácter popular, que crecen en altura como auténticas casas-torre. Además no te será fácil encontrar las entradas de las sinagogas, que datan todas del siglo XVI: de hecho, son muy poco visibles, por no decir que están mimetizadas. Ten en cuenta que aquí las sinagogas también se llamaban "escuelas", con el sentido típico que esta palabra tenía en Venecia, es decir, centros de reunión de grupos y comunidades.
La sinagoga más antigua de la ciudad es la Scuola Grande Alemana, que fue restaurada durante el siglo XVIII.
La Scuola del Canton pertenecía a la comunidad askenazí.
La Scuola Italiana se abrió en la segunda mitad del siglo XVI y fue restaurada también en el XVIII.
Como ves, el barrio del Ghetto Vecchio tiene forma rectangular y está atravesado por una sola calle. Su centro es una pequeña y encantadora plaza llamada campo delle Scuole, que te parecerá un oasis de paz, ¡tal vez porque está poco "trillada" por las hordas de turistas! A la placita se asoman, una frente a la otra, la Scuola Levantina y la Scuola Spagnola, que te ofrecen excelentes ejemplos de decoración barroca.
La Scuola Levantina es la única sinagoga reconocible desde el exterior, mientras que las otras no se advierten a primera vista, porque están incluidas en edificios anteriores.
La Scuola Spagnola es el más grande y quizás el más espectacular de los lugares de culto de la comunidad judía. Fundada a finales del siglo XVI por un nutrido grupo de judíos procedentes de España, fue restaurada y redecorada en el XVII, puede que según un diseño del gran Longhena, el mismo al que se debe la iglesia de la Virgen della Salute.
CURIOSIDAD: la historia de los judíos en Venecia habla de una disputa rabínica que encontrarás bastante hilarante, y que sólo podría haber pasado aquí. Se trataba de si era lícito o no tomar una góndola en sábado, el día en el que la religión prohíbe trabajar y llevar a cabo actividades específicas. ¡La cuestión se prolongó durante al menos cuatro siglos!