Ha llegado el momento de dar un paseo alrededor del exterior de la iglesia, para admirar todo su volumen: mide más de cien metros de largo y la cúpula supera los 55 metros de altura. Al fondo, en el lado izquierdo, verás el edificio que alberga actualmente parte del convento dominico, y que en su momento fue la Scuola di Sant'Orsola: las hermosas pinturas de Carpaccio que tal vez ya hayas visto en las Galerías proceden de aquí. Como podrás constatar, esta iglesia es hermosa en todos sus lados, incluso en la parte posterior, que está embellecida por dos filas de esbeltas ventanas góticas.
Por otro lado, la construcción de la basílica empezó precisamente desde la parte posterior, en 1234; para realizar su estructura se necesitaron más de cien años. Y otro siglo más para la decoración, que se concluyó en la primera mitad del siglo XV, con la finalización de la fachada, que como has podido observar se divide en tres partes y está abierta con ventanas circulares. Además de las estatuas ya mencionadas de los santos Marcos, Juan y Pablo, en los aleros del tejado puedes ver otras tres figuras: son Santo Domingo, fundador de la Orden a la que pertenece la iglesia, San Jerónimo y San Pedro Mártir: este último famoso por haber sido el primer mártir dominico. Admira también la espléndida portada con su majestuoso arco ojival de exuberante decoración, que simboliza la Resurrección de Cristo.
En el bajorrelieve de madera del portón puedes reconocer los principales símbolos dominicos, como el perro con la antorcha en la boca, que está vinculado a una leyenda increíble. Se dice que la madre de Domingo soñó que daba a luz a un perro que llevaba una antorcha encendida por todo el mundo. Por supuesto se trataba de un sueño premonitorio: la antorcha encendida era la Orden fundada poco después por su hijo. Los mismos dominicos se definían con un juego de palabras de origen popular, "Domini canes", los fieles perros del Señor.
CURIOSIDAD: a pesar de su aspecto lleno de paz, esta basílica tiene una historia muy turbulenta. En el siglo XVI una explosión destruyó el refectorio, que en esa época se utilizaba como almacén de pólvora. A principios del siglo XIX, Napoleón hizo cerrar el convento y lo transformó en hospital, y varias obras de arte fueron trasladadas a otros lugares. Y para colmo de mala suerte, sesenta años después, un incendio devastó la Capilla del Rosario, destruyendo una gran obra maestra de Tiziano: La muerte de San Pedro Mártir.