Casi has llegado al final de la nave derecha; en la última capilla te espera un espectacular complejo de arte barroco que forma el corazón devocional de la basílica de San Zanipolo. De hecho, está dedicado al fundador de la orden de los dominicos, a la que pertenece la basílica. La capilla es de la primera mitad del siglo XVIII y contiene cuadros y altorrelieves de bronce que se centran en la vida de Santo Domingo, que nació en un pueblecito español y murió en Bolonia en 1221. Y ahora mira hacia arriba y sumérgete en el espectacular lienzo del techo: es la Gloria de Santo Domingo, de Giambattista Piazzetta, uno de los más destacados pintores de la rica escuela veneciana del siglo XVIII. La pintura tiene un patrón en espiral que lleva tu mirada hacia arriba. Comienza a observar la escena partiendo de los frailes y las monjas en primer plano, continúa con la figura de Santo Domingo elevado por los ángeles hacia la Virgen y sube hacia arriba, hasta la luz cegadora rodeada de ángeles músicos que entonan cánticos celestiales. El efecto de subida al cielo se logra sin estructuras arquitectónicas y sin un uso temerario de la perspectiva, sólo gracias a refinadas estratagemas pictóricas y a la emoción de un color que poco a poco se aclaran, de manera muy eficaz y teatral.
Ahora haz una pausa y ve a la Limosna de San Antonino, de Lorenzo Lotto.
Estás enfrente de otra de las obras maestras conservadas en esta basílica: esta pintura del siglo XVI exalta la figura del dominico Antonino Pierozzi, que fundó el célebre convento de San Marcos de Florencia y que era conocido por su intensa actividad de limosna a los pobres. Es una escena muy animada, dividida en vertical: el santo está sentado en un alto trono, flanqueado por dos ángeles que parecen hablarle en voz baja al oído, como para transmitirle la voluntad de Dios sobre el reparto de las limosnas. Debajo de él puedes ver a dos diáconos que sobresalen de un parapeto: el primero está a punto de dar monedas a los pobres, el segundo recibe las súplicas de los "vergonzosos", es decir, los antiguos adinerados ahora empobrecidos y que se "avergonzaban" de pedir caridad. Una teatral cortina roja levantada a los lados encuadra la escena, dándole un tintineante toque de color.
CURIOSIDAD: San Vicente Ferrer se definía como "el ángel del Apocalipsis", ya que en sus sermones repetía que el juicio final era inminente. Se le atribuyen numerosos milagros: hizo que lloviera durante una sequía y salvó a un albañil de una caída. Por eso es muy querido por los campesinos y es el patrón de los albañiles.