Zojoji no solo te ofrece la oportunidad de visitar un espléndido templo, sino también de asistir a numerosas ceremonias budistas que se celebran diariamente en sus santuarios o jardines.
Ya desde la entrada, te encontrarás frente a una maravilla. Se trata de la suntuosa puerta de madera original con dos pisos, laqueada en bermellón, de 21 metros de alto, casi 29 metros de ancho y 17 metros y medio de profundidad. Se construyó en 1622, y es el edificio de madera más antiguo de Tokio.
Su nombre, Sangedatsumon, significa «puerta que aleja la mente de la codicia, la ira y la locura». Las estatuas de Buda y otras deidades que ves en la puerta también son originales.
Nada más entrar en el templo encontrarás la sala principal, llamada Daiden. Se reconstruyó en 1974, combinando la arquitectura tradicional del templo con la arquitectura moderna. Esta sala alberga una gran estatua de Buda, flanqueada a la derecha por una imagen del Gran Maestro Shan-tao, que perfeccionó el budismo chino, y a su izquierda una de Honen Shonin, el fundador de la escuela Jodo. Aquí se organizan seminarios, ritos religiosos y servicios conmemorativos.
Otro edificio de especial interés es, por supuesto, el mausoleo de los sogunes Tokugawa: en su recinto se encuentran las tumbas de seis gobernadores de la dinastía Tokugawa, la princesa imperial Kazunomiya y otros esposas e hijos del sogún de Edo.
Especialmente llamativos son los interiores del seminario Koshoden, con su techo de casetones con pinturas de plantas y flores, donadas por 120 artistas japoneses, y el pequeño templo Ankokuden, que custodia la imagen negra del Buda Amida. El fundador de la dinastía Tokugawa veneraba profundamente esta imagen, y se dice que siempre lo protegió en la batalla.
Curiosidad: busca la Daibonsho, la gran campana, construida en 1673 con un diámetro de 1,76 metros, una altura de 3,33 metros y un peso de 15 toneladas. Se toca dos veces al día, por la mañana y por la tarde, con seis campanadas, para recordar todos los días a quienes la escuchan que hay que purificarse de las ciento tres pasiones terrenales que distraen al hombre del camino correcto.