Te cuento ahora la historia de su fundadora.
Marie Tussaud, cuyo apellido de soltera era Grosholz, era una joven alsaciana nacida en Estrasburgo en 1761. Su madre era la criada de un médico de Berna que se especializó en la elaboración de precisos modelos de cera para el estudio y enseñanza de la anatomía.
Desde pequeña, Marie demostró un talento especial para la escultura, por lo que acabó por convertirse en ayudante del médico, demostrando una gran habilidad para captar, interpretar, modelar y colorear los más mínimos detalles.
Trasladada a París, con sólo dieciséis años Marie realizó una estatua de cera del famoso filósofo Voltaire: la obra tuvo tanto éxito que la joven artista se convirtió en maestra de la hermana del rey Luis XVI, y llegó a vivir en el palacio de Versalles. A continuación tuvo la oportunidad de retratar en cera a personajes ilustres, como el filósofo Jean-Jacques Rousseau y el estadista norteamericano Benjamin Franklin.
Cuando estalló la Revolución francesa, la cercanía con la familia real la puso en peligro, pero fue precisamente su talento lo que la salvó: con las cabezas cortadas realizaba retratos de los aristócratas guillotinados, que se exponían como trofeos por los revolucionarios.
En 1795 se casó con François Tussaud y desde entonces utilizó el apellido de su marido. Empezó a viajar por Europa organizando espectáculos con maniquíes de cera, linternas mágicas y otros "efectos especiales". Bloqueada en Gran Bretaña por las guerras napoleónicas, decidió establecerse en Londres, donde en 1833 abrió la primera sede del museo, obteniendo un éxito inmediato. A su muerte, en 1850, Marie Grosholz Tussaud había realizado cerca de 400 estatuas de cera, incluido el autorretrato que te da la bienvenida en la entrada del museo.
Casi todas las estatuas originales quedaron destruidas en los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, aunque algunas se rehicieron gracias a que se conservaban los modelos.
CURIOSIDAD: entre las estatuas que se fueron realizando y exhibiendo en el museo, la más atormentada es la de Hitler: ya en los años 30 era abofeteada y golpeada tan a menudo que necesitó una protección especial. En la sede de Berlín, la estatua fue incluso decapitada: se pensó en un acto simbólico, pero luego se descubrió que se trataba sólo de una broma, había sido una apuesta entre amigos. En 2016 una asociación judía consiguió la retirada definitiva de la estatua, para alivio de los vigilantes del museo.