Ahora te hablaré de tres cuadros de Rembrandt van Rijn, el mayor pintor holandés del siglo XVII. Empezaremos por el más pequeño, pintado en 1654: es la Mujer bañándose en un arroyo, desde siempre una de las obras más apreciadas del artista.
Con pinceladas rápidas y gruesas, Rembrandt te muestra a una joven que se levanta la ropa para bañarse en un estanque y observa sonriendo su reflejo. Es una imagen muy íntima y espontánea, tanto en la pose como en la técnica pictórica utilizada. Según una hipótesis, la joven era la amante de Rembrandt. Sin embargo, el rico manto de color oro y rojo brillante colocado sobre la orilla hace pensar más bien en una escena bíblica con Susana o Betsabé o en una representación mitológica de la diosa Diana.
También en esta sala, pasa ahora a otro cuadro de Rembrandt, titulado El festín de Baltasar.
Fue pintado en torno a 1630, en un periodo en el que las obras del pintor están llenas de luz, color y figuras monumentales. La escena está tomada de la Biblia: Baltasar, rey de Babilonia, está representado en el centro mientras insta a los invitados de su banquete a beber de las copas de oro y plata recién saqueadas del templo de Jerusalén. Pero en medio de la nada aparece una mano que escribe en la pared una frase misteriosa: la frase anuncia el fin del reinado de Baltasar esa misma noche. Rembrandt capta el momento más dramático, cuando el rey se gira aterrado para mirar el prodigio. Su movimiento repentino también asusta a los demás: las copas se vuelcan, Baltasar da un golpe sobre el plato de metal y los invitados gritan. Sólo el músico del fondo continúa tocando sin darse cuenta de nada.
Pasa ahora al tercer cuadro, el Autorretrato a la edad de treinta y cuatro años, que marca el momento más feliz en la vida y en la carrera del artista.
Firmada y fechada en la barandilla, la obra te presenta al pintor ricamente vestido con una chaqueta forrada de piel, una camisa bordada y un amplio sombrero de terciopelo adornado con una cadena de oro. Compáralo con el otro Autorretrato presente en esta sala, pintado con sesenta y tres años, poco antes de su muerte. La pintura, agotada y debilitada, subraya de forma íntima y profundamente poética el declive físico del artista.
CURIOSIDAD: el Autorretrato a la edad de treinta y cuatro años se inspira en una pintura de Rafael, que Rembrandt había visto en una subasta en Ámsterdam, aunque no pudo adjudicársela. Así que para consolarse, decidió pintar uno igual.