NATIONAL GALLERY

Van Gogh Girasoles

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Audio Guide length: 2:14
Autor: STEFANO ZUFFI E DAVIDE TORTORELLA
español Idioma: español
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Tu visita a la National Gallery termina con la obra titulada Los girasoles, de Vincent van Gogh, un tema muy querido por el artista holandés, tratado en varias ocasiones en una serie de pinturas que se han hecho mundialmente famosas.

Fue pintada en el verano de 1888, cuando el artista se encontraba en Arles, en el sur de Francia.

Como muchos otros lienzos sobre el mismo tema, van Gogh lo colgará en su propia casa, donde acogerá a su amigo el pintor Paul Gauguin, con quien tenía la intención de fundar una especie de comunidad de artistas que debían vivir y trabajar juntos. La experiencia durará sólo unos meses y terminará con la repentina partida de Gauguin después de una pelea. Los girasoles son testigos y protagonistas de esta breve temporada: dos versiones se cuelgan en la habitación de Gauguin, el cual incluso retrata a su amigo mientras los está pintando.

La imagen de los girasoles la puedes entender como un símbolo del ciclo de la vida: observando cuidadosamente cada flor del jarrón podrás notar cómo algunos aparecen como brotes, mientras que otros ya se han marchitado y caen hacia abajo. La vida y la muerte conviven por tanto en la pintura. Los luminosos girasoles tienen un aspecto extremadamente realista, debido principalmente a la textura densa y espesa de la materia pictórica, a pesar de que las pinceladas son rápidas y ligeras.

Casi en un pretendido contraste con la apariencia natural de las flores, el jarrón y la mesa aparecen estilizados, definidos por una gruesa línea de contorno. Observa cómo la transición de la mesa a la pared queda resaltada por dos tonos diferentes de amarillo, uno más oscuro y otro más claro, simétricamente invertidos en el recipiente de las flores. Puedes leer la firma del pintor en la panza del jarrón, donde simula una decoración de la superficie de la cerámica.

 

CURIOSIDAD: el cuadro es un homenaje a los amarillos y naranjas.

Y es que además de un evidente homenaje al sol de la Provenza, el amarillo era para van Gogh símbolo de la amistad y la felicidad.

 

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