Entre los innumerables cuadros de pintores italianos que se exponen en el Hermitage se encuentran muchas obras maestras conocidas en todo el mundo, pero una de las más famosas es, sin duda alguna, El tañedor de laúd, de Michelangelo Merisi, conocido como Caravaggio, uno de los más grandes innovadores de la pintura.
Como se puede ver también en este cuadro, Caravaggio, en su deseo de representar el mundo real, supo combinar en sus obras una representación precisa y detallada de los sujetos, con un uso innovador y sugerente de la luz y la oscuridad.
Durante su estancia en Roma entre 1595 y 1596, Caravaggio pintó dos versiones de esta obra, una de las cuales está ahora expuesta en el Metropolitan Museum de Nueva York. Entre los dos lienzos hay algunas diferencias tanto en los colores como en los bodegones representados, aunque el tema es básicamente el mismo.
Fíjate en cómo la figura del joven, retratado mientras toca el laúd, destaca sobre el fondo gracias a la forma en que se ilumina. Observa atentamente las tres naturalezas muertas circundantes: las flores en el jarrón, la fruta sobre la mesa y, por último, el violín con una cuerda rota y, por lo tanto, inutilizable, colocado cerca de la partitura. Fíjate en la pera que hay más a la izquierda, que incluso tiene dos arañazos. Cada elemento ha sido representado de una manera absolutamente precisa y realista.
La partitura representa las composiciones musicales de Jacques Arcadelt, un compositor del siglo XVI, que tratan temas de amor y pasión. La obra, en su conjunto, parece ser una invitación a los placeres del amor y a las alegrías de la vida a través de artes como la música y el canto, y a los placeres terrenales, como la fruta y las flores.
Otro curioso detalle es la fuerte similitud entre el músico y el protagonista de otra famosa obra de Caravaggio: Baco. En ambas obras, el modelo podría haber sido Mario Minniti, un joven que se convirtió también en pintor y que era amante de Caravaggio. Algunos dicen que se trata de Pedro Montoya, un joven eunuco que estaba en Roma en ese momento.
Curiosidad: este cuadro es tan famoso que, en 1966, las oficinas de correos soviéticas sacaron un sello dedicado a esta obra del valor de 16 kopeks (equivalente a unos 22 céntimos).