Paul Gauguin fue uno de los primeros artistas en «contaminar» la pintura europea con elementos de otras civilizaciones. Su vida fue bastante aventurera: nació en Francia, pasó su infancia en Lima, Perú, luego se alistó en la marina para viajar por el mundo y pasó una temporada en la India y en Brasil. Más tarde, se casó con una mujer danesa y se mudó a Dinamarca, luego trató de rehacer su vida en Panamá y en la isla de Martinica. Finalmente, pasó muchos años pintando en la Polinesia Francesa.
No fue hasta 1883, a la edad de treinta y cinco años, que Gauguin dejó su trabajo de agente de bolsa para dedicarse por completo a la pintura, aunque, para ese entonces, ya había realizado excelentes obras y frecuentado a artistas como Pissarro, Cézanne, Degas y, sobre todo, Van Gogh. Fue precisamente durante una visita que el artista hizo a su amigo en Arlés cuando Van Gogh se cortó la oreja.
Su conocimiento de la pintura impresionista y del arte primitivo, aprendido durante sus viajes, se expresa en algunas de sus obras que se exponen aquí en el Hermitage.
Todas ellas fueron realizadas en la Polinesia y forman parte del llamado periodo tahitiano, que abarca desde junio de 1891 hasta septiembre de 1895, cuando Gauguin se trasladó a Tahití para descubrir nuevos colores y sensaciones genuinas como un gesto de rebelión contra la civilización europea, que el artista consideraba artificial y decadente. Gauguin eligió pintar Tahití como un paraíso encantado en lugar de capturar con precisión las condiciones reales del lugar. Para pintar estos cuadros, Gauguin se trasladó a los pueblos del interior de la isla, aprendió la lengua maorí y trató de integrarse en la comunidad local.
Ahora pon el audio en pausa y vuelve a reproducirlo cuando estés delante de la obra Pastoral Tahitiana, de 1892.
El paisaje exótico se representa con colores atrevidos e irreales que contrastan fuertemente entre sí, como el rojo del mar, el verde del fondo y el negro del árbol. Las formas son planas, sin profundidad, y simplificadas, como la rama del árbol que cruza los hombros de la niña, de forma sinuosa. Gauguin presta poca atención a la perspectiva clásica y elimina los matices de color para dar prioridad a la imaginación y al simbolismo.
Curiosidad: en la Polinesia, Gauguin pintó un gran número de lienzos con un fondo erótico, pero cuando murió en Hiva Oa, donde está enterrado, el obispo de la isla destruyó todas sus obras tras considerarlas obscenas.