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El Gran Palacio de Peterhof visto desde los jardines parece realmente impresionante, aunque, en realidad, no es especialmente grande; de hecho, solo tiene una treintena de habitaciones. Se construyó entre 1714 y 1721 bajo proyecto del arquitecto Jean-Baptiste le Blond, quien siguió los bocetos originales de Pedro el Grande, que deseaba una villa de dos plantas con dos alas laterales construida sobre una colina.

El aspecto actual se debe principalmente a las obras que se llevaron a cabo durante el reinado de la emperatriz Isabel, hija de Pedro el Grande. El arquitecto italiano Francesco Bartolomeo Rastrelli modificó y amplió el palacio añadiendo un piso, un ala nueva y una pequeña iglesia en forma de cúpula. Además, el interior se reformó en estilo barroco, con la excepción del estudio de Pedro el Grande, que quedó intacto.

El Palacio se adornó aún más durante el reinado de Catalina la Grande, cuando Yuri Felten decoró la maravillosa Sala del Trono, la más grande del Palacio, de unos 300 metros cuadrados.

Durante tu visita, podrás adentrarte en las maravillosas habitaciones de este palacio e imaginar cómo sería el lujoso estilo de vida de los emperadores rusos más importantes.

Cuando subas la espléndida Escalera Ceremonial, de estilo barroco ruso y decorada con estucos de oro puro, llegarás a una serie de salas y galerías que recogen verdaderas obras maestras entre muebles, objetos y obras de arte.

Entre las salas más interesantes destaca la Sala de Chesma, con 12 grandes pinturas de la Batalla de Chesma, la extraordinaria victoria naval de la guerra ruso-turca, realizadas por el alemán Jacob Philipp Hackert.

No te pierdas la Sala de las Pinturas, llamada así por sus paredes, casi totalmente cubiertas por una serie de 368 cuadros que representan, principalmente, a mujeres diferentes en apariencia, vestimenta y edad aunque, en muchas ocasiones, se trata de la misma modelo. También podrás visitar los dos magníficos Salones chinos, el estudio original de Pedro I, el Salón Azul, donde hay una vajilla de porcelana del siglo XIX que se utilizaba en los banquetes oficiales, y la Sala del Trono.

 

Curiosidad: la zarina Catalina II, para hacer más realistas las pinturas de la batalla de Chesma, voló una fragata en el puerto de Livorno, en Italia, para que el artista, que nunca había visto una batalla naval, pudiera inspirarse en ella.

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