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La visita al Palacio de Catalina comienza subiendo por la magnífica Escalera de Gala y culmina en las salas creadas por Rastrelli a lo largo de la llamada Enfilada Dorada. La estancia más espectacular es la Gran Sala, o Sala de la Luz, que tiene 860 metros cuadrados y ocupa todo el ancho del edificio. Los grandes ventanales, desde los que se puede disfrutar de una vista incomparable, iluminan los numerosos estucos dorados que decoran las paredes y todo el techo cubierto por un fresco monumental titulado El triunfo de Rusia. Se dice que durante las fiestas se encendían más de mil velas.

Entre las numerosas y maravillosas salas, no te pierdas la Sala de los Retratos, con retratos de las zarinas Catalina I, Isabel y Catalina la Grande, y la Galería de pinturas, en la que casi cada centímetro de espacio de las paredes está cubierto por pinturas de los siglos XVII y XVIII.

La mayor obra maestra, sin embargo, es la incomparable Cámara de Ámbar. Para crear esta extraordinaria sala, Rastrelli utilizó los paneles de mosaico de ámbar que a principios del siglo XVIII decoraban el estudio privado de Federico I de Prusia, donados a Pedro el Grande en 1716.

Olvidados en un almacén durante casi 40 años, Rastrelli decidió colocarlos en las paredes de la Cámara de Ámbar insertando entalladuras doradas, espejos, mosaicos de piedras preciosas y nuevos paneles de ámbar, hasta llegar a un total de 450 kilogramos de esta piedra preciosa. Lamentablemente, la habitación fue saqueada por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial y se volvió a reconstruir de forma idéntica a la original después de 1979.

También destacan las suites decoradas por Charles Cameron para Catalina la Grande, como el fascinante Comedor Verde, la encantadora Sala azul, con tapicería de seda azul y blanca, y la elegante Sala china, con tapicería pintada con intrincados paisajes chinos.

 

 

Curiosidad: en 1942, los alemanes enviaron los paneles robados de la Cámara de Ámbar a Alemania, de donde desaparecieron unos años más tarde. En 1979, el gobierno soviético ordenó la reconstrucción de la sala basándose en fotos en blanco y negro y en los dibujos originales. Desde 2004, 25 años después, con un coste de 18 millones de dólares y gracias al compromiso de unos cuarenta expertos, esta obra maestra vuelve a encandilar a millones de turistas.

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