BARRIO JUDÍO

Sinagogas

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Nació como un gueto ya que, durante aproximadamente medio milenio, la comunidad judía de Praga estaba confinada en un área de alrededor de 90.000 metros cuadrados. Se convirtió en el barrio de Josefov en honor al emperador José II, que en el siglo XVIII concedió la libertad de domicilio a los judíos. También fue el inicio de una transformación urbanística, debido a que las familias acomodadas se mudaron a otras partes de la ciudad, en las que construyeron sus palacios.

Finalmente, la creación de la calle París a principios del siglo XX cambió el aspecto del barrio de forma radical. Las casas antiguas desaparecieron, pero quedaron nada más y nada menos que seis sinagogas, el ayuntamiento judío y el cementerio histórico, que en su conjunto constituyen el Museo Judío y atestiguan la historia de la comunidad.

 

El edificio más importante es la sinagoga «Vieja-Nueva», construida en el siglo XIII en estilo gótico-romano, pero reedificada con algunas añadiduras tras el incendio que sufrió en el siglo posterior. Es el lugar de culto judío aún activo más antiguo de Europa, y el origen de su nombre no está del todo claro.

 

Al atravesar un portal decorado con el relieve de una vid, se accede al interior, simple y sugestivo, dividido por las dos columnas centrales y con insólitas bóvedas de crucería de cinco nervaduras.

 

En cambio, la sinagoga Española se inauguró en 1998; es la más grande de la ciudad y se diferencia de las demás porque recuerda al estilo morisco andaluz de la Alhambra. Al igual que en la sinagoga Maisel, se exponen objetos artísticos y manuscritos.

 

En la sinagoga Klaus, puedes ver una exposición sobre los judíos bohemios, mientras que la sinagoga Pinkas está dedicada al Holocausto, en el que perdieron la vida cerca de 80.000 judíos de Bohemia y Moravia. En las paredes están escritos los nombres de los deportados, mientras que en la planta superior se exponen los dibujos que realizaron los niños prisioneros del campo de concentración de Terezín.

 

Curiosidad: en el Ayuntamiento, donado por Mordecai Maisel a finales del siglo XVI y reconstruido dos siglos más tarde, hay un reloj. Si te fijas, las manecillas giran en sentido contrario, como la escritura hebrea, que se lee de derecha a izquierda.

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