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Nada más pasar las puertas de acceso al puente de Carlos, notarás que las balaustradas, que se corresponden con los pilares, están pobladas por una célebre secuencia de treinta grupos escultóricos de piedra, de estilo Barroco y con detalles dorados. Las realizaron los mejores artistas locales de la época a inicios del siglo XVIII. El más antiguo es el crucifijo de 1629 que se encuentra sobre el tercer pilar derecho, con escritos en hebreo en caracteres de oro. Los jesuitas encargaron las estatuas, pero las que están expuestas actualmente son copias de las originales.

 

Justo antes de llegar a la orilla izquierda, el puente pasa sobre la isla de Kampa, a la que se accede por una escalera. Tranquila y silenciosa, la isla ofrece la ocasión perfecta para tomarse un descanso, y alberga un edificio del siglo XIX, sede del museo de arte moderno, con óptimas colecciones de pintura y escultura del siglo XX.

 

Sobre el puente de Carlos se encuentra también la famosa estatua de San Juan Nepomuceno, de Jan Brokoff. Se erige en el punto del río Moldava en el que, en 1383, el rey Wenceslao IV mandó arrojar a Juan Nepomuceno por no haber querido romper el secreto de confesión, ni siquiera bajo tortura, y no desvelar los secretos que la reina le había confesado. Así, se convirtió en el patrón de los ahogados y de los confesores. La estatua se erigió en 1683, trescientos años después de que sucedieran los hechos, y se convirtió en el prototipo de las numerosas representaciones que se han hecho del santo en Europa.

Una vez superado el «canal del diablo», el puente termina con la puerta de acceso a Malá Strana.

En la alta torre gótica de la puerta, del siglo XV, puedes ver una exposición sobre la historia del puente, mientras que desde la galería se puede disfrutar de una de las vistas más bellas del centro histórico.

El puente está lleno de turistas, músicos, artistas callejeros y vendedores de todo tipo de objetos, y desde aquí hay una vista inolvidable de la colina de Malá Strana y del castillo.

 

Curiosidad: acariciar la base de la estatua de San Juan Nepomuceno con la escena del martirio da buena suerte, y los praguenses más ancianos recuerdan que, hasta hace algunas décadas, era costumbre quitarse el sombrero en presencia del santo.

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