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La exposición Sea Bandits, en la sala C3, tiene como tema central la piratería, que, como bien sabes, en algunas zonas del mundo sigue siendo un problema de actualidad.

Para China, el peor período en este aspecto fue entre el siglo XIX y principios del XX.

Imagínate en qué condiciones se organizaban las expediciones comerciales marítimas, sabiendo que decenas de miles de bandidos acechaban en las aguas del mar del Sur de China.

Los piratas, llamados haidao, estaban divididos en flotas de las cuales las más temidas eran las capitaneadas por Guo Podai y Zhang Baozai; este último contaba con unos 70.000 hombres.

Estos criminales no solo atacaban a los galeones europeos que salían de China con cargas preciosas o a los juncos de los comerciantes chinos. También extorsionaban a los aldeanos pobres de los pueblos costeros, recurriendo a menudo a los secuestros para obtener el rescate.

A principios del siglo XIX, bajo la dinastía Qing, el gobierno dio gran importancia a la lucha contra la piratería y a la propaganda para derrotarla. Una de las obras maestras más excepcionales que se conservan en el HKMM data de esta época: un pergamino de 18 metros de largo escrito con tinta y titulado Pacifying the South China Sea, que cuenta cómo Bailing, gobernador general de Quangdong y Quangxi, logró obligar a los dos piratas más poderosos a rendirse, lo que condujo a la pacificación de la zona del mar del Sur de China.

Observar una pintura de este tamaño y leer su historia no es fácil, pero este tecnológico museo guarda una gran sorpresa: una pantalla de 360° que ilustra esta obra maestra a través de animaciones y efectos sonoros para describir los detalles más interesantes.

En esta galería también hay una interesante colección de las armas de los piratas y un gran cañón que los chinos utilizaban para defender la costa.

 

Curiosidad: uno de los piratas más poderosos del siglo XIX se llamaba Ching Shih. Si estás pensando en un hombre grandullón y fornido, te equivocas: era una bella jovencita. Después de trabajar como prostituta, se casó con un conocido pirata con el que compartió emocionantes asaltos. Cuando enviudó, supo hacerse valer al mando de la flota de su marido e impuso severas leyes a las que pocos trataron de oponerse, pues la pena era la decapitación.

Con 35 años decidió retirarse con la riqueza que había acumulado, firmando un pacto de rendición con el gobierno.

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