¡El passeig de Gràcia es uno de los lugares más encantadores y divertidos de Barcelona!
Es la arteria más elegante de la ciudad y un lugar conocido especialmente por su arquitectura modernista. Pero ¿qué es eso de "modernismo"? Por decirlo de forma breve, el modernismo es el estilo que caracteriza el crecimiento urbano de Barcelona entre finales del siglo XIX y las dos primeras décadas del XX. Mientras que en toda Europa se difundía el art nouveau, un grupo de arquitectos catalanes, apoyados por exigentes mecenas y abiertos a todo lo nuevo, daba comienzo a una época de gran originalidad. Surgen así palacios, teatros, iglesias y edificios públicos de formas insólitas, fuera de los cánones académicos y a menudo monótonos de la arquitectura decimonónica. A menudo se recubren con cerámicas y se construyen con distintos materiales, con una nota de color mediterránea y solar. El gran protagonista del modernismo es, sin duda, Antoni Gaudí, pero un paseo a lo largo del passeig de Gràcia te permitirá descubrir edificios fascinantes de otros arquitectos.
El bulevar comienza desde la plaça de Catalunya y conecta la ciudad vieja con Gràcia, cortando exactamente por la mitad el barrio del Eixample, es decir, el Ensanche, que se añadió a la ciudad en la segunda mitad del siglo XIX. Entre un edificio y otro podrás detenerte a mirar los escaparates, de hecho, esta calle es también la preferida de las grandes firmas internacionales para instalar sus boutiques. Pero también puedes encontrar grandes almacenes a precios más bajos e increíbles restaurantes, bares y cafeterías que cobran vida por la noche. El paseo también te ofrece una magnífica oportunidad cultural, gracias a la presencia de varios museos en las cercanías y especialmente por dos casas que son obras maestras de Gaudí: en el número 43 la Casa Batlló y en el número 92 la gran Casa Milà, conocida como la Pedrera, es decir, la cantera de piedra.
CURIOSIDAD: ¿sabías que en los últimos años de su vida Gaudí se había convertido en un fanático religioso? Daba vueltas con una larga barba y la ropa hecha jirones. Eso le costó la vida: en 1926 fue arrollado por uno de los primeros tranvías de la ciudad. El maquinista bajó, y pensando que era un vagabundo, ni siquiera lo socorrió, lo empujó a un lado y se marchó.