La Acrópolis es el símbolo de la ciudad de Atenas y de Grecia, y es uno de los lugares más significativos de la cultura occidental.
En griego, Acrópolis significa «ciudad alta» y desde la Edad de Piedra, el espolón rocoso que domina Atenas, a 156 metros de altura sobre el nivel del mar, desempeñó un importantísimo papel político y religioso.
Durante la época de los reyes de Micenas que narraba Homero en la Ilíada y en la Odisea, hace más de 3.000 años, era una fortaleza que protegía un palacio, rodeada por un muro de 760 metros de largo y 10 de alto.
Sin embargo, durante la invasión persa de Atenas en el año 480 antes de Cristo, se destruyeron las fortificaciones, monumentos y templos.
Tras las primeras reconstrucciones, obra del tirano Pisístrapo, que consistieron en la edificación de los primeros Propileos y de un antiguo templo donde ahora se encuentra el Partenón, la Acrópolis renació gracias a Pericles. A este iluminado político, que gobernó la ciudad durante su época dorada, se deben los monumentos que puedes ver aún hoy: el Partenón, el templo más famoso de la Antigüedad, el Erecteón, con el famoso pórtico de las Cariátides, el refinado templo de Atenea Niké y los nuevos Propileos, la columnata que da acceso al área sagrada y que Pericles reconstruyó.
Con el trascurso de los siglos y el ocaso de la civilización griega, la Acrópolis cambió de aspecto. Se llevaron los centenares de estatuas que la poblaban y los magníficos edificios sufrieron daños o fueron destruidos.
Los romanos se adueñaron de innumerables obras de arte y, más tarde, los cristianos saquearon y destruyeron los templos, o los convirtieron en iglesias.
En 1456, los turcos conquistaron Atenas, el Partenón se transformó en una mezquita y el Erecteón se convirtió en el harén del gobernador. Después, el Partenón se convirtió en un polvorín, y saltó por los aires en 1687 debido a los cañonazos venecianos. Por último, Lord Elgin, embajador de Inglaterra, se llevó numerosas esculturas a Londres y hoy son el orgullo del British Museum.
Curiosidad: la Acrópolis, que ahora es blanca, era originalmente una explosión de colores, ya que los templos y las estatuas que los adornaban estaban completamente pintados.