Lo que de ninguna manera puedes perderte de Orsanmichele es la extraordinaria serie de esculturas alineadas en dieciséis hornacinas que rodean su exterior.
Como siempre, por tanto, antes de entrar te recomiendo que des una vuelta completa alrededor del edificio: esta vez es más importante que nunca, ¡podrás ver las maravillosas esculturas de las hornacinas situadas entre los ventanales de la planta baja! Marcos, Jorge, Mateo, Juan Evangelista... son sólo algunos de los santos que, con su majestuosa presencia parecen proteger este extraordinario monumento, expresión de toda una comunidad representada por los gremios profesionales.
Debes saber que a cada "arte" (así se llamaba en Florencia a los gremios artesanales) se le asignaba un pilar de la galería para que lo decorara con una hornacina y una estatua de su santo protector. Aquí trabajaron por tanto, en diferentes momentos, casi todos los grandes del arte del siglo XV, entre otros Donatello, Brunelleschi, Verrocchio y Ghiberti, pero no faltan tampoco algunos importantes escultores del siglo siguiente, como Baccio da Montelupo y Juan de Bolonia. Como podrás ver, todas las estatuas tienen en común una gran admiración por la escultura antigua.
Recuerda sin embargo que muchas de las estatuas que ves son copias; para admirar las estatuas "verdaderas" tienes que subir al museo de las plantas superiores, donde están dispuestas en el mismo orden en el que se encuentran en el exterior.
En el museo te encontrarás de tú a tú con obras maestras impresionantes, como el magnético San Mateo de Ghiberti, de ojos desorbitados; el grupo de los Cuatro Santos Coronados (patrones de los escultores) organizado por Nanni di Banco como una reunión de antiguas estatuas con togas; y el fantástico complejo de bronce de La incredulidad de Santo Tomás, dinámica obra maestra de Verrocchio.
Cuando estés en la planta más alta, no te olvides de contemplar las vistas: ¡parece literalmente que flota sobre el corazón de la ciudad!
CURIOSIDAD: como te he dicho, los escultores tienen nada menos que cuatro santos protectores. Cuando llegó el momento de colocar el grupo de cuatro estatuas en su hornacina, se comprobó que no encajaban. Donatello se apostó una cena a que resolvería el problema: cortó el grupo en dos, puso por separado las dos partes en la hornacina y luego las unió, aunque tuvo que hacer algún que otro ajuste para los brazos. ¡Ganó la apuesta y la cena fue digna de reyes!