El Real Bosque de Capodimonte es uno de los parques históricos urbanos más grandes de Italia y representa una parte esencial de la residencia mandada construir por Carlos de Borbón a mediados del siglo XVIII. Nacido como una reserva de caza anexa al Palacio Real, fue concebido no solo como un espacio de recreo para la corte, sino también como un lugar de representación destinado a reflejar el prestigio y la sofisticación de la monarquía borbónica.
La elección de la colina de Capodimonte no fue casual: su posición elevada permitía dominar la ciudad de Nápoles y disfrutar de un clima más saludable que el del centro urbano.
Hoy en día, el Bosque se extiende por unas 134 hectáreas y alberga más de cuatrocientas especies vegetales procedentes de distintas partes del mundo. Su estructura está diseñada mediante una red de avenidas que se irradian desde el punto de acceso principal, creando una escenografía ordenada y a la vez sugestiva. En su interior, las zonas se alternan con armonía: por un lado, los jardines, con céspedes cuidados y perspectivas geométricas; por otro, las áreas más boscosas, que transmiten una sensación de naturalidad y libertad.
El parque refleja la moda de los jardines europeos diseñados entre los siglos XVIII y XIX. Junto a los espacios concebidos al estilo italiano —caracterizados por sus geometrías regulares y setos recortados—, se encuentran zonas inspiradas en el modelo inglés, con senderos sinuosos, praderas onduladas y vistas más espontáneas.
A lo largo de los caminos aparecen estatuas, fuentes y miradores que enriquecen el recorrido y ofrecen puntos de observación privilegiados. En particular, algunos de ellos se abren hacia la ciudad de Nápoles y su bahía. No faltan elementos botánicos de gran valor, como árboles monumentales y plantas exóticas introducidas a lo largo de los siglos, que narran la historia de la botánica y de la experimentación científica llevada a cabo en este lugar.
Dispersos por el parque se encuentran varios edificios que, con distintas funciones, contribuyen al carácter del Bosque. Pequeñas residencias, iglesias, talleres y invernaderos demuestran cómo este espacio fue concebido también como un centro de vida cultural, religiosa y productiva.
Curiosidad: A lo largo del siglo XIX, varios viajeros extranjeros que visitaban Nápoles anotaron en sus diarios que el Bosque de Capodimonte recordaba, por su amplitud y diversidad, a los grandes parques reales europeos, tanto que llegó a ser descrito como una especie de “Versalles napolitana”, capaz de unir la elegancia francesa con el encanto natural del paisaje mediterráneo.
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