Entra ahora en la Catedral y abarca su estructura de un vistazo: de cruz latina, con tres naves, fiel a la configuración original del siglo XIV.
Te darás cuenta enseguida de que la catedral de Nápoles es un monumento exuberante y con diferentes capas, que hay que descubrir poco a poco, visitar con calma y prestar atención para no perderte ninguno de sus muchos tesoros de distintas épocas. Las naves miden 100 metros de largo. Puedes comenzar contemplando el techo, que es del siglo XVII y está realizado con casetones tallados y dorados, que se alternan con lienzos de varios pintores; allá donde mires verás una gran profusión de decoraciones barrocas. Frescos, estucos y esculturas que envuelven la estructura gótica y la hacen prácticamente irreconocible. Comienza examinando las pinturas de las paredes, con los Apóstoles y Doctores de la Iglesia, sin dejar de lado los tondos de la franja inferior, que representan a los santos patrones de Nápoles: son todos obra de uno de los mayores pintores napolitanos del siglo XVII, Luca Giordano.
Vuelve ahora la espalda al altar mayor y mira la pared de la entrada: los sepulcros que ves, reconstruidos a finales del siglo XVI en sustitución de los originales del siglo XIV que quedaron destruidos, pertenecen a dos ilustres personajes de la historia de la ciudad: Carlos de Anjou y Carlos Martel de Anjou, rey de Hungría.
Tu paseo por el interior de la Catedral comienza a lo largo de la nave derecha. Como ves, la tercera capilla constituye un importante espacio en sí mismo: es la Real Capilla del Tesoro de San Jenaro, obra maestra de la arquitectura barroca napolitana. Es precisamente aquí donde cada año los napolitanos esperan con gran expectación el milagro de la licuefacción de la sangre de su santo protector. Sin embargo, la capilla ya es en sí misma un prodigio por su valor artístico, empezando por la cancela de entrada: obra, al igual que el suelo, del gran arquitecto y escultor bergamasco Cosimo Fanzago, un genio del barroco, que dejó en Nápoles un número impresionante de obras: iglesias, palacios, conventos, obeliscos, capillas, altares y estatuas.
En la entrada de la Capilla de San Jenaro es bien visible el escudo de la ciudad, esculpido en el suelo. De hecho, la capilla ha sido siempre, desde su origen, propiedad de la ciudad de Nápoles, y no de la Iglesia.
CURIOSIDAD: la majestuosa cancela de la capilla tiene una característica especial: si se golpean las barras de bronce con una vara de metal, cada una emite una nota musical diferente. Básicamente, es como un gran xilófono, diseñado más para impresionar que para tocarlo: ¡una típica extravagancia barroca!