Pintado por Caravaggio durante su primera estancia en Nápoles en 1606, este gran lienzo ubicado en el altar mayor te presenta juntas las Siete obras de misericordia corporales, condensándolas con gran genio compositivo, enfatizado por el uso de la luz. Es una situación habitual de cada día, una escena abarrotada ambientada en un cruce en el corazón de Nápoles.
Sonriente, la Virgen aparece en la parte superior, como si se asomase desde un edificio: dos ángeles muy atléticos forman con las alas una especie de balcón, mientras una túnica blanca ondea como si fuera una sábana puesta a secar.
Con absoluta libertad creativa, Caravaggio pinta sin establecer el centro del cuadro ni la perspectiva, creando así una impresión de entusiasmo y vivacidad. Trata de seguir la escena para reconocer los distintos episodios. Comienza desde el lado derecho: una muchacha, con actitud prudente, se descubre el pecho y se lo ofrece a un anciano que se asoma a la reja de una prisión. Citando un episodio de la literatura antigua, acerca de una joven romana que amamantaba a su padre encarcelado, el pintor combina aquí las acciones caritativas de "alimentar a los hambrientos" y "visitar a los presos", de manera que la referencia clásica se "traduce" en una realidad popular cercana. Detrás de ella, un hombre está ayudando a transportar un cadáver, ocupándose por tanto de "enterrar a los muertos". El hombre con la antorcha y la boca abierta es probablemente un autorretrato del pintor. En el centro de la escena, un joven está quitándose la capa de los hombros para dársela al mendigo semidesnudo que está tendido en el suelo, respetando así el precepto de "vestir a los desnudos", pero también el de "cuidar de los enfermos", representados por el cojo del que se atisba un pie. Justo detrás, un peregrino, reconocible por la simbólica concha prendida del sombrero, es invitado a entrar por un cordial hombre entrado en carnes, listo para "alojar a los peregrinos". Por último, al fondo a la izquierda, un poderoso Sansón bebe con avidez, recordando que hay que "dar de beber a los sedientos".
CURIOSIDAD: si este espléndido lienzo de altar se encuentra todavía hoy en su lugar de origen es gracias a una oportuna disposición de la entidad que custodia los bienes del Pio Monte, que prohibió de inmediato y a perpetuidad su venta, independientemente del precio ofrecido.
Piensa que se conserva todavía el contrato original, que asignaba al pintor la ingente suma de 470 ducados.