Naturalmente, en la Colección Farnese podrás admirar numerosas obras de pintores emilianos, como Correggio y Parmigianino, aunque la sala más fascinante es, sin duda, la que contiene las obras que Tiziano pintó en Roma entre 1545 y 1546, cuando estuvo acogido por el papa Pablo III Farnesio.
El gran Retrato del papa Pablo III con sus sobrinos Alejandro y Octavio Farnesio es la más importante de las pinturas realizadas para los Farnesio, y una de las principales obras maestras de todos los tiempos dentro del arte del retrato. Tiziano adopta aquí una técnica particular, dejando algunos detalles casi sin terminar, para acentuar la atmósfera de intriga y ceremoniosidad. En una armonía de rojos que resulta a la vez suntuosa y sofocante, en este gran lienzo puedes percibir la impresión que Tiziano se llevó de su estancia en Roma. La triangulación psicológica entre el pontífice, aparentemente decrépito y frágil, aunque con una mirada de zorro viejo, el joven cardenal Alejandro, apoyado con indiferencia en la silla de su tío, y su sobrino Octavio, que se inclina, es realmente digna de una tragedia de Shakespeare. Además, la pose de Octavio es una parodia de una de las estatuas más famosas de la antigüedad, el Discóbolo, lo cual dice mucho de la desenvoltura con la que Tiziano trataba los modelos clásicos.
Ahora haz una pausa y pasa a otra obra igualmente famosa, también de Tiziano, titulada Dánae.
Según la mitología, Dánae era una bella joven de la que Júpiter se enamoró hasta el punto de convertirse en una lluvia de oro para poder poseerla carnalmente. El escritor Giovanni Della Casa habla de la intensidad erótica de esta "desnuda que volvería loco al diablo", destinada a deleitar la vista del cardenal Alejandro.
En previsión del viaje a Roma, Tiziano dosificó con habilidad los tiempos de ejecución, empezando el lienzo en Venecia y llevándoselo consigo para completarlo en los primeros días de su estancia en el Vaticano. Una maniobra con la que Tiziano pretendía crear un "caso" en el ambiente cultural romano, y que, efectivamente, causó el efecto esperado. En la época en la que lo pintó, Tiziano tenía cerca de cincuenta y cinco años, pero nunca había representado un desnudo femenino con un erotismo tan explícito.
CURIOSIDAD: dando lo mejor de su extraordinaria capacidad para dar vida a las figuras, Tiziano inmortalizó a los Farnesio en otros retratos que puedes ver en esta sala: el cardenal Alejandro con veinticinco años y envuelto en la púrpura, el fogoso Pedro Luis con armadura, el papa sentado... Se dice que esta última pintura, recién terminada y puesta a secar en un balcón, era tan realista que los transeúntes se inclinaban ante ella.