El interior sorprende inmediatamente por sus grandes volúmenes, la insólita planta central octogonal y la altura de la cúpula, que alcanza los 26 metros.
La cúpula está sostenida por ocho imponentes pilares, que forman amplios arcos que albergan ocho grandes nichos. En su interior discurre un pasillo conocido como deambulatorio, antiguamente reservado solo a los hombres, mientras que en el piso superior se encontraba el matroneo para las mujeres.
Al recorrer el deambulatorio, podrás observar el fenómeno del hundimiento del terreno, conocido como subsidencia, que provocó la superposición de varias capas de suelo.
Busca un pilar con un anillo de hierro a su alrededor, de aproximadamente un metro de altura, junto al cual se encuentra el llamado «pozzo», una pequeña pila con agua situada en el suelo.
Pon el audio en pausa y vuelve a reproducirlo cuando lo encuentres.
El fondo de la pila está hecho de un suelo que podría remontarse al siglo III, donde se dice que San Vital fue martirizado. Si te fijas en los bordes de la pila y en los escalones en la base de la columna, puedes contar las distintas capas que se han superpuesto.
Ahora, pon el audio en pausa y vuelve a reproducirlo cuando estés cerca del altar.
El ábside está precedido por un presbiterio rico en mosaicos, lleno de detalles: desde el cordero en el centro de la bóveda hasta los ángeles que lo sostienen, pasando por otros animales, como los preciosos pavos reales, símbolo de la resurrección.
Pero lo que más llama la atención son los mosaicos del ábside, con sus maravillosos colores, perfectamente conservados después de quince siglos. En el centro, arriba, un mosaico representa a Dios Creador del Universo sentado sobre una esfera celeste, la Creación. En el extremo derecho puedes ver al obispo Eclesio sosteniendo una maqueta de la basílica, mientras que en el izquierdo se encuentra San Vital.
Aún más extraordinarios son los mosaicos situados a ambos lados del altar, que representan un cortejo de fieles, el de la izquierda liderado por el emperador Justiniano y el de la derecha por la emperatriz Teodora.
Es como ver una postal del siglo V, con los peinados, la ropa, las joyas típicas de la época y, sobre todo, los rostros reales de Justiniano y Teodora.
El emperador y su consorte nunca vinieron a Rávena. De hecho, fueron retratados en Bizancio, donde aún puedes observar sus rostros.
Curiosidad: observa la posición de los pies en el cortejo de Justiniano. Aquellos que tenían un papel más importante están representados pisando los pies de sus subordinados.