Ahora atraviesa los amplios espacios de la basílica, dirigiéndote hacia el altar mayor.
Y te planteo una condición previa: si quieres comprender el espíritu de la remodelación barroca de San Pedro, debes centrarte en el baldaquino de bronce que está sobre el altar: toda la magia de la basílica emana desde allí. Sin dejarse intimidar por la inmensa cúpula de Miguel Ángel, Bernini concibe una estructura alta pero ágil, sostenida por cuatro columnas estriadas y retorcidas. La forma de estas columnas es un homenaje y a la vez una evocación de la las basílicas de la época del emperador Constantino. El baldaquino introduce una nota de movimiento y vivacidad en la atmósfera de la basílica, enorme y solemne, pero potencialmente estática. La animación de las columnas en espiral se acrecienta por las densas acanaladuras, por los inteligentes dorados y por el efecto que producen las franjas del baldaquino, que en la parte superior parecen movidas por el viento.
Para la tumba del papa Urbano VIII, que puedes ver al lado del baldaquino, Bernini se inspiró en el modelo de los sepulcros renacentistas, pero también en este caso imprime una innovadora carga de dinamismo y acción, subrayada por el uso combinado de materiales de diferentes colores y texturas: mármoles blancos y de colores, bronce y dorados. Te parecerá casi de película de terror la idea de la muerte, representada por un esqueleto que escribe el nombre del papa en la lápida funeraria.
Si te fijas, el baldaquino resulta aún más eficaz por su planteamiento. Bernini remodela los cuatro gigantescos pilares centrales de la basílica emplazando en las hornacinas cuatro enormes estatuas de mármol, que representan a santos que sostienen las valiosas reliquias conservadas en las galerías que están por encima de ellos. Bernini realiza personalmente la escultura de Longinos, el centurión romano que se convirtió durante la Crucifixión. La estatua está realizada con cuatro bloques diferentes de mármol encajados unos en otros, pero te desvelo un pequeño secreto: el gesto amplio y teatral del centurión tiene también la función práctica de ocultar las uniones y dar la impresión de una escultura hecha de una sola pieza.
CURIOSIDAD: para el baldaquino, el papa Urbano VIII Barberini no reparó en gastos: para conseguir el metal incluso ordenó desprender y fundir las antiguas esculturas de bronce del Panteón. La medida fue muy criticada y dio pie a un famoso lema: "Lo que no hicieron los bárbaros, lo hicieron los Barberini".