Párate a observar el Retrato de los tres hijos mayores del rey Carlos I de Inglaterra, realizado por Anton van Dyck en 1635. Sin duda te fascinará esta obra.
Aunque Van Dyck era originario de Amberes, se trasladó definitivamente a Londres cuando se convirtió en pintor de la corte, realizando allí varios retratos de la familia real inglesa en los que los personajes suelen estar acompañados por perros. En este caso, como puedes ver, los tres hijos mayores del rey están acompañados por un spaniel, una de las razas favoritas de la familia real.
La pintura fue encargada por la reina Enriqueta María, que quería hacer un regalo a su hermana Cristina María de Francia, esposa del duque de Saboya. Al llegar a Turín, la obra se colocó en un lugar de honor de la "Gran Cámara" del Palacio Real. Durante la Revolución francesa, el triple retrato fue amablemente "retirado" y llevado al Louvre, aunque después de la caída de Napoleón fue devuelto a Turín, para entrar finalmente a formar parte de la Galería Sabauda, de la que constituye una de las imágenes más famosas.
Van Dyck fue uno de los máximos especialistas del siglo XVII en retratar a los aristócratas europeos: sus lienzos siempre quieren comunicar una sensación de frescura, inmediatez y luminosidad. Mira cómo supo representar la ternura de los niños, en una escena espontánea, sin obligarlos a poner poses pomposas y antinaturales. Los colores deslumbrantes recuerdan por otro lado a la pintura veneciana del siglo XVI, que Van Dyck conocía bien gracias a sus prolongadas estancias en Italia.
Debes saber, sin embargo, que el rey Carlos no quedó del todo contento con el retrato de los niños, es más, reprendió al pintor porque se había permitido retratar a primogénito Carlos con la ropa de casa y no con la ropa oficial de adulto. Los otros dos vástagos reales son la princesa María y el duque de York y futuro rey Jacobo II. La manzana que Jacobo tiene en la mano se ha interpretado como símbolo de buen augurio de fertilidad.
CURIOSIDAD: Van Dyck vivía en Londres con su amante, que era tan celosa que una vez le mordió un dedo de la mano hasta hacerle sangre para que no pudiera retratar a otras señoras.