Un punto de referencia ineludible durante la visita a las Galerías de la Academia es la gran sala donde te encuentras ahora, que fue concebida específicamente para exponer todo el ciclo de las Historias de Santa Úrsula, de Vittore Carpaccio. Los lienzos fueron realizados en los últimos años del siglo XV para decorar una sala de la pequeña Escuela dedicada a la santa: el edificio, que hoy está en bastante mal estado, se encuentra junto a la basílica de San Zanipolo.
Forma parte también del ciclo pintado por Carpaccio el retablo con la gloria de Santa Úrsula, expuesto en una pared aparte. Este lienzo te parecerá menos conseguido y atractivo que las escenas narrativas, y no vas desencaminado: la composición es convencional y algunas figuras parecen un poco forzadas, poco creíbles. Puede no obstante disfrutar de elementos insólitos, como el extraño pedestal de la santa, formado por un haz de palmas, o los angelitos que dejan caer una lluvia de flores.
Pero vayamos a las verdaderas Historias de Santa Úrsula. Como verás, Carpaccio las cuenta manteniéndose en equilibrio entre realidad y fantasía. Sin preocuparse demasiado de las ubicaciones reales de la historia (Bretaña, Roma, la ciudad de Colonia), nos hace seguir las vivencias de dos enamorados, la bella Úrsula y el príncipe que la pide en matrimonio, en el escenario de una Venecia de ensueño, con personajes ricamente vestidos y una alternancia feliz entre los interiores lujosos y las vastas panorámicas de ciudades y campos. Escena tras escena, la historia sagrada se convierte en leyenda, y acabas atrapado por la magia de una fábula triste y romántica. No te aconsejo que sigas la cronología de su realización, porque en ese caso tendrías que empezar por el final: el lienzo con el martirio de Úrsula fue el primero que pintó Carpaccio. Mejor ve de cuadro en cuadro según la narración. Te los describiré uno por uno.
CURIOSIDAD: Carpaccio probablemente nunca imaginó que su nombre se haría más famoso por razones gastronómicas que artísticas. De hecho, en su honor, el propietario del Harry's Bar de Venecia inventó un delicioso plato a base de finísimas rebanadas de carne cruda condimentadas con aceite y una salsa. Lo llamó Carpaccio porque su color le recordaba el rojo de las pinturas del artista veneciano. A partir de ahora, cuando lo pidas en un restaurante, ¡no podrás evitar pensar en el gran pintor!