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La Gemäldegalerie es el museo más grande dedicado al arte europeo de los siglos XIII al XVIII, y uno de los más importantes del mundo.

Actualmente, alberga más de 1.500 cuadros que recorren toda la historia del arte de un periodo que abarca casi cinco siglos. La pinacoteca se encuentra dentro del Kulturforum, el «foro de la cultura». Este amplio complejo, además de la pinacoteca, incluye diversos edificios, como el Museo de las Artes Decorativas, la Biblioteca de libros de arte, la Filarmónica (la sala de conciertos), la Nueva Galería Nacional, la Biblioteca del Estado y el Museo de los Instrumentos Musicales, con una colección de más de 2.500 instrumentos antiguos.

 

La colección de la Gemäldegalerie es fruto de adquisiciones y ampliaciones que, en el trascurso de los siglos, han traído a Berlín todos los grandes nombres de la historia del arte: Tiziano, Caravaggio, Canaletto, Vermeer, Botticelli, Rembrandt y muchos otros. El primer núcleo de la colección nace de las propiedades reales.

Antes de ser trasladadas al edificio actual, las colecciones se encontraban repartidas entre los museos berlineses. En 1998, la colección se volvió a reunir en este lugar.

 

El edificio que tienes frente a ti es obra de Heinz Hilmer y Christoph Sattler, quienes diseñaron una inmensa estructura con 72 salas y alrededor de 7.000 metros cuadrados de superficie. La omnipresencia del cristal, que puedes advertir ya en la fachada, tiene como objetivo permitir la entrada de luz natural. La visita se desarrolla en torno a un vestíbulo central que discurre a lo largo de dos filas paralelas de estancias, que van desde el exterior, con salas pequeñas y cuadros de menor tamaño, al interior, con salas más grandes que albergan grandes lienzos.

 

La colección es amplia y sus numerosas obras se exponen en orden cronológico, subdivididas por época, género y origen. Las obras más importantes giran en torno a tres escuelas principales: la flamenca y holandesa, la alemana y la italiana.

 

Curiosidad: durante la Segunda Guerra Mundial, las colecciones se escondieron. Sin embargo, al final del conflicto, se quemaron nada más y nada menos que 400 cuadros, considerados demasiado grandes para ser transportados a los refugios, para evitar que cayeran en manos de los soviéticos.

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