Las obras más famosas del Museo de Pérgamo son el Altar de Pérgamo, la Puerta del Mercado de Mileto y la Puerta de Ishtar.
El Altar se encuentra dentro del cuerpo central. Es verdaderamente impactante, aunque debes saber que en su mayor parte se trata de una reconstrucción; solo el friso esculpido que discurre en la parte inferior es completamente original.
El enorme altar se alzaba en la acrópolis de Pérgamo, en Turquía, y desde lo alto dominaba todo el valle subyacente. Se construyó entre el 170 y el 159 a.C. como agradecimiento a los dioses por la victoria contra los gálatas, un pueblo vecino.
La enorme escalinata central se integra en un alto zócalo. La parte superior se compone de un pórtico con columnas. Sin duda, el elemento más interesante es el friso de la base. Las esculturas representan un episodio mitológico: la Gigantomaquia, es decir, la legendaria lucha entre dioses y gigantes. Estos últimos habían intentado subir a la cima del Olimpo, hogar de los dioses griegos, pero fueron derrotados y expulsados.
Continuando con los hallazgos clásicos, te recomiendo la imponente Puerta del Mercado de Mileto, construida en época romana en la famosa ciudad griega de Mileto, también en Turquía. Sin embargo, lo que ves ahora es una reconstrucción hecha con materiales modernos.
En cambio, la Puerta de Ishtar se encuentra en el ala meridional y la precede la Avenida de las Procesiones, un tramo de 30 metros con dos filas de leones a los lados, a imagen y semejanza de la calle de entrada a Babilonia, la antigua capital de Mesopotamia que ahora se encuentra en Iraq.
Esta enorme puerta era una de las nueve que había en Babilonia, y estaba dedicada a Ishtar, diosa del amor y de la guerra. Está cubierta de ladrillos de cerámica parecidos al vidrio, de color azul y dorado, y conforman figuras de animales. Podrás observar toros, animales sagrados del dios Hadad, y otras criaturas extrañas: los mushussu, dragones de la mitología mesopotámica recubiertos de escamas, con cabeza y cola de serpiente, cuerpo y patas delanteras de león y patas traseras de águila, símbolos del dios Marduk. Servían para presidir la entrada a Babilonia y desalentar a los posibles enemigos.
Curiosidad: las esculturas que decoran el friso del Altar de Pérgamo, al igual que la mayor parte de las estatuas antiguas, estaban pintadas para ser más verosímiles. La blancura del mármol es fruto del inexorable paso del tiempo.