La Albertina es un museo que alberga una colección de obras de gran importancia.
Construido sobre un promontorio de las murallas de la ciudad, el palacio de la Albertina se encuentra en el extremo opuesto del Hofburg, el palacio imperial. Gracias a su ubicación elevada y al prestigio de las colecciones gráficas que alberga, es, sin duda, uno de los «monumentos» más característicos de la cultura y el arte vieneses.
El palacio fue construido aproximadamente a mediados del siglo XVIII, remodelado en estilo imperial a principios del XIX y recientemente retocado por Hans Hollein, quien añadió una nueva marquesina a la entrada, que contrasta con la estricta estatua ecuestre de bronce del fundador, el archiduque Alberto.
La Albertina es una institución cultural famosa por su incomparable colección de dibujos, acuarelas y grabados, con obras maestras que abarcan desde el Renacimiento italiano y alemán hasta la Secesión vienesa.
Debido a su fragilidad, estas obras sobre papel se muestran en rotación, en forma de exposiciones temporales, organizadas en colaboración con los principales museos del mundo.
Sin embargo, algunos tesoros famosos, como las apasionantes acuarelas de Durero dedicadas a la naturaleza, los dibujos de Rafael y Miguel Ángel, los retratos al pastel de Rubens y los bocetos de Klimt, están siempre visibles, con las debidas precauciones de luz y humedad.
Los principales espacios de exposición se encuentran en la planta principal, en salas que conservan un suntuoso estilo neoclásico que data de 1822. La sala principal es la Sala de las Musas, llamada así por las estatuas de Apolo y las nueve musas.
El palacio de la Albertina también alberga otras instituciones culturales: los estudiosos pueden consultar archivos de arquitectura y fotografía, mientras que el Filmmuseum ofrece proyecciones de cine de autor. En la segunda planta hay una colección de pintura y grabados que abarca desde el Impresionismo hasta el pop art, con obras de maestros como Monet, Degas, Cézanne, Kandinsky, Chagall, Magritte y Picasso.
Me despido con una curiosidad: el museo alberga una acuarela de extraordinaria frescura y excepcional virtuosismo técnico que se ha convertido en el símbolo de la Albertina: La liebre de Durero. Si observas de cerca el ojo del animal asustado, puedes ver incluso el reflejo de una ventana.