Debajo del pasaje cubierto de acceso desde la Michaelerplatz, se encuentra la entrada al edificio renacentista de las caballerizas, construido poco después de mediados del siglo XVI y que aún se utiliza para su función original de establo conectado a la corte imperial. Si tienes suerte, desde los nobles arcos del patio verás asomar los hocicos de los caballos.
Se trata de los famosos caballos blancos de Lipica, en Eslovenia, que ahora se entrenan en la pequeña ciudad de Piber, en Estiria. Sus espectáculos de acrobacia y destreza, interpretados al ritmo de la música, son una de las imágenes icónicas de Viena.
La tradición de importar y criar caballos de espectáculo se remonta a la España del siglo XVI. Por este motivo, la alta escuela de equitación de Viena sigue llamándose «española»: Escuela Española de Equitación de Viena.
Un ala entera del Hofburg lleva el nombre de la escuela de equitación y alberga la espléndida Escuela de Equitación de Invierno, construida hacia 1730 por el famoso arquitecto Fischer von Erlach. La grandiosa sala blanca consta de un lujoso vestíbulo barroco de más de 50 metros de largo y unos 20 metros de ancho. Alrededor de la arena central discurre una arcada clásica bajo la cual se disponen las gradas para el público, coronadas por un ático abalaustrado también utilizado por los espectadores. En uno de los lados cortos se encuentra el palco imperial.
En verano, los entrenamientos se realizan al aire libre, y un tranquilo patio interior del Hofburg se utiliza como picadero.
Para los aficionados, ver una actuación de la Escuela Española es una experiencia inolvidable. Encontrar asiento no es fácil, pero puedes asistir a los entrenamientos matinales, que tienen lugar de lunes a viernes de 10:00 a 12:00; o conformarte con ver pasar tranquilamente a los magníficos caballos por la calle, entre las cuadras y la sala de equitación.
Curiosidad: la sala de la Escuela de Equitación de Invierno, utilizada principalmente para espectáculos ecuestres, debido a su tamaño también se utilizó en el pasado para fiestas de la corte, para reuniones del Congreso de Viena, para conciertos e incluso para las reuniones de la Asamblea Constitucional, concedida por Francisco José tras los levantamientos de 1848, que estallaron en varias partes del Imperio austrohúngaro.