Karlskirche, es decir, la Iglesia de San Carlos, es una auténtica obra maestra de la arquitectura sacra en Viena.
Tras evitar el peligro del asedio turco en 1683, y gracias a las exitosas campañas militares lideradas por el príncipe Eugenio de Saboya, Viena reafirmó su papel histórico como capital del Imperio de los Habsburgo mediante un período intenso de desarrollo arquitectónico y decorativo. Es así como surgió el estilo barroco, inicialmente inspirado en los modelos de la Roma papal y, más tarde, con plena autonomía estilística y creativa.
Un ejemplo indiscutible es la gran iglesia con cúpula dedicada a San Carlos, construida entre 1716 y 1737 según el diseño de los dos arquitectos Fischer von Erlach. La iglesia fue encargada por el emperador Carlos IV como promesa tras una epidemia.
La iglesia, precedida por una gran fuente elíptica, que se vacía de agua en invierno, es imponente y solemne. Las referencias a la arquitectura de Roma, desde la antigüedad clásica hasta el barroco, son claramente visibles en la gran cúpula, la estrecha fachada flanqueada por dos torres laterales y las dos columnas decoradas con bajorrelieves sobre la vida de San Carlos, inspiradas en la Columna de Trajano. Sin embargo, también se observan elementos de renovación en los remates extravagantes de las torres y en la planta ovalada.
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El amplio y luminoso interior está dominado por el gran espacio de la cúpula y el grandioso altar mayor. La decoración pictórica de la cúpula y los altares es muy interesante.
Un gran retablo de Sebastiano Ricci, que representa la Asunción de la Virgen, y otro de Giovanni Antonio Pellegrini, constituyen ejemplos significativos de influencias italianas para los artistas locales. La cúpula representa la Apoteosis de San Carlos, pintada al fresco por Johann Michael Rottmayr, uno de los pintores austriacos más imaginativos del siglo XVIII.
Puedes subir al balcón y al exterior de la cúpula para contemplar las impresionantes vistas de la iglesia, observar de cerca los frescos y disfrutar de unas vistas incomparables de la ciudad.
Me despido con una curiosidad: en la inmensa plaza de enfrente, si te colocas de espaldas a la fachada de la iglesia, observarás una auténtica joya de la arquitectura y la decoración: los pabellones art nouveau que indican la ubicación de la estación de metro, diseñados por Otto Wagner.