El Dr. Rudolph Leopold, respetado médico vienés, se dedicó con gran pasión y pericia a coleccionar obras de artistas pertenecientes a la corriente de la Secesión vienesa, hasta alcanzar la impresionante cifra de 5000 obras, entre pinturas, dibujos y obras gráficas.
El museo, inaugurado en 2001, posee una documentación inigualable de la vanguardia vienesa, expuesta de manera elegante gracias a una disposición acogedora y eficaz.
Junto a importantes obras de Klimt, Kokoshka, Kolo Moser y otros, el Museo Leopold está dedicado, sobre todo, a la figura de Egon Schiele, un genio atormentado y apasionado. «El aliento ardiente y apasionado de cada persona o cosa pintada por Schiele me llevó a coleccionar sus obras con una convicción absoluta», escribió el fundador.
Las obras de Schiele narran su desgarradora experiencia humana a través de dibujos, acuarelas y lienzos realizados entre su adolescencia y 1918, año de su dramática muerte a causa de la gripe española. En los mismos días en que murió el artista, el Imperio de los Habsburgo, duramente derrotado en la Primera Guerra Mundial, también llegó a su fin.
En alemán, el verbo schielen significa «echar un vistazo, guiñar un ojo». Inspirado por un apellido vivido como un destino, Schiele desarrolló el tema de la mirada, que no se detiene en la apariencia de las superficies, sino que escarba en lo más profundo.
Su arte, sobrio, dramático y al mismo tiempo profundamente poético interpreta la intrincada relación entre el tormento del individuo y el destino de grandes imperios, nuevas naciones, pueblos enteros.
En la misma época en que Sigmund Freud se asomaba a las profundidades de la psique, Schiele desnudaba todo lo que veía: a sí mismo, a las mujeres, el paisaje. Busca una nueva forma de expresión, percibe los signos de una tragedia inminente, pero, en lugar de caer en la desesperación, encuentra en ellos el impulso para replantearse el sentido del arte, abierto a nuevos horizontes de investigación.
Entre las obras del Museo Leopold se encuentran algunos autorretratos de gran carga emotiva, dibujos de desnudos femeninos y el gran lienzo de Los ermitaños, en el que Schiele se retrata junto a su maestro y rival Gustav Klimt.
Curiosidad: para la construcción del edificio del Museo Leopold se utilizó la misma piedra blanca que en los edificios del Ring, para lograr una continuidad histórica a pesar del estilo diferente y moderno.