Aunque la ópera o el ballet no te apasionen, la visita a este templo de la ópera es algo que no te puedes perder.
Puedes visitarla a través de visitas guiadas, durante las cuales descubrirás la historia y los secretos de este edificio recorriendo el vestíbulo, la gran escalinata y las principales salas, como el Salón de Té, donde Francisco José solía descansar durante los entreactos, el Salón de Mármol o la Sala Gustav Mahler, sin olvidar, por supuesto, el imponente auditorio, con capacidad para 2800 personas.
También puedes contemplar la maravilla de la estructura mientras asistes a una de las trescientas representaciones anuales. El día de la representación se venden lugares de pie a precios realmente irrisorios y, con un poco de suerte, tal vez puedas estar al final de la platea, ¡justo debajo del escenario imperial!
Otra opción es asistir al Wiener Opernball, el famoso Baile de la Ópera celebrado anualmente, cuyos orígenes se remontan a principios del siglo XIX. Para esta ocasión, se retiran los asientos del patio de butacas y se instala un nuevo piso, transformando así el teatro en un espectacular salón de baile. Después del famoso debut en sociedad de 150 afortunadas parejas, tú mismo podrás comenzar a girar al compás de un famoso vals cuando el maestro de ceremonias pronuncie las dos palabras mágicas, «Alles Walzer», rodeado de elegantes fracs y vestidos de noche, en compañía de la crème de la crème de la alta sociedad vienesa.
¡No hace falta que te diga que para vivir esta experiencia se necesitan buenos contactos y una buena cartera!
Curiosidad: desde 1998, la Ópera también da cabida al arte visual, con una original iniciativa artística llamada «Eisernen Vorhan» o «Telón de Acero». Al principio y al final de las representaciones, el gran telón de 176 m² se transforma en un espacio de exposición de arte contemporáneo, donde se muestran imágenes de obras de jóvenes artistas elegidas cada año por un jurado especial.