La iglesia está precedida por un espléndido atrio revestido por completo de mosaicos, sobre los cuales se abren siete puertas de madera de nogal americano ricamente talladas, que te preparan para la magnificencia del interior. De hecho, la primera cosa que te sorprenderá será justamente el contraste entre la opulencia de la iglesia vista desde el interior y el aspecto severo de su fachada externa.
La impresión se ve aún más reforzada por la reciente restauración a la que se han sometido todos los estucos, frescos y dorados. Si vas al centro de la rotonda, toda recubierta de mármoles multicolores, te sentirás muy pequeño, rodeado por las estatuas de los doce apóstoles, todas de mármol de Carrara, que con sus pedestales alcanzan cerca de los tres metros de altura. Observa también con atención las bellas pinturas murales que decoran la gigantesca cúpula, distribuidas en ocho grandes sectores. Están dedicadas a Nuestra Señora de los Ángeles, una de las muchas advocaciones de la Virgen, a la que el papa Juan XXIII consagró la basílica en 1962.
Si observas las seis capillas laterales, tres a cada lado, te darás cuenta de que su estructura reproduce la del majestuoso elemento central, puesto que cada capilla está coronada por una pequeña cúpula con su correspondiente linterna. No te pierdas la primera capilla de la izquierda, porque en ella podrás admirar una obra de juventud del genial pintor Goya. En el cuadro, que se titula "San Bernardino de Siena predicando ante Alfonso V de Aragón", Goya se retrató también a sí mismo: lo puedes ver a la izquierda, con una camisa amarilla.
En la capilla mayor, como es de esperar en una iglesia dedicada a San Francisco, puedes contemplar varios episodios de la vida del santo en cinco grandes pinturas murales, separadas por cuatro pilares y cuatro estatuas majestuosas de los evangelistas, sobre pedestales de mármol negro.
Mientras avanzas hacia la salida, no te olvides de admirar el espectacular órgano de tubos, recientemente restaurado, uno de los mejores de toda España.
CURIOSIDAD: en la capilla llamada "La Purísima" hay un gran altar de mármol de Carrara que tiene una historia muy agitada. Piensa que el viaje para transportarlo de Florencia a Madrid ¡duró la friolera de 12 años!