¡El Mercado del Rastro es uno de los lugares más pintorescos de todo Madrid! El histórico mercadillo de Madrid se organiza cada domingo por la mañana y los festivos en torno a la popular plaza de Cascorro, el corazón del animado barrio de Lavapiés.
Para no perderte en el caos del mercado, te sugiero que uses como punto de referencia la estatua del soldado Eloy Gonzalo del centro de la plaza.
El Mercado del Rastro ha inspirado a muchos grandes literatos españoles, como Lope de Vega, Tirso de Molina, Cervantes y Calderón de la Barca. El nombre de Rastro es decididamente macabro: se refiere al rastro de sangre que los animales dejaban en el suelo después de ser sacrificados en un matadero cercano. Precisamente el comercio de carne y los afines de cuero y pieles, fueron el núcleo inicial de este mercado, como recuerda su calle principal arbolada, llamada Ribera de Curtidores.
Piensa que el mercado tiene más de 3.000 puestos autorizados, en los que con suerte y habilidad, podrás encontrar algún objeto de valor a un precio de ganga.
De forma inesperada, entre tanta confusión, surge la calle Fray Ceferino González, apodada la "calle de los pájaros", especializada en la venta de aves: ¡aquí el trasfondo sonoro es mucho más agradable! Si bajas por la calle principal, en la intersección con la calle Rodas, encontrarás a la izquierda el arco de entrada a las "Galerías Piquer".
Ahora haz una pausa y ve a las Galerías Piquer.
Ahora estás en la entrada de las Galerías Piquer, una galería comercial construida en los años cincuenta. Son setenta famosas tiendas de antigüedades, distribuidas en dos plantas en torno a un bonito patio interior. Pero si quieres visitarlas adecuadamente, te sugiero que vuelvas aquí durante la semana, cuando vuelve a reinar la calma después del tumulto del Rastro.
CURIOSIDAD: si te preguntas quién fue el soldado Eloy Gonzalo al cual está dedicada la estatua de la plaza de Cascorro, debes saber que combatió en la guerra de Cuba entre España y Estados Unidos. Se arrastró solo y cubierto de ramas y hojas con la lata que sostiene en la mano, llena de petróleo, y la utilizó para hacer estallar un depósito de municiones enemigo.