Desde el pasillo de los dibujos, que era utilizado por la servidumbre como paso hacia el comedor cercano, has llegado ahora a la sala de columnitas, donde puedes divertirte observando las pequeñas columnas de ágata, alabastro, mármol de colores y madera dorada con pequeñas figuras de terracota, mármol y bronce de época egipcia, griega, etrusca y romana: parecen monumentos en miniatura. Desde aquí pasas al "salón vestuario", que era el vestidor del marqués. En la mesa central puedes admirar, en delicado equilibrio, diferentes tipos de espadas.
A continuación, llegarás al saloncito imperio, que era el vestidor de la marquesa y que está configurado como una sala de espejos. Desde aquí pasas a la rica sala comedor, dominada por la imponente mesa central de madera de caoba y nogal, que podía acoger hasta veinticuatro comensales. Sigue la sala de billar, donde se retaban los caballeros, parece que incluso lo hacía el mismo rey Fernando VII.
Después del saloncito chaflán, lleno de luz y frescos, entrarás en la segunda de las tres galerías, que están dispuestas alrededor de un patio interior rectangular. Esta galería está decorada con muebles italianos, y en la pared derecha resalta "La piedad" de Alonso Cano: con vistas a la oficina de representación del marqués, dominada por una majestuosa chimenea, y la biblioteca, con más de diez mil volúmenes, distribuidos también en una galería superior.
Desde aquí ve a ver la primera galería, con cuadros de los ancestros del marqués y porcelanas dieciochescas y decimonónicas, y luego a la tercera galería, a la que se asoma discretamente el baño para invitados. Pero el plato fuerte de la visita es la sala de baile: entre paneles de ágata de Granada, mármol de los Pirineos, bustos y espejos venecianos que parecen multiplicar hasta el infinito las luces y los espacios, te parecerá revivir las fiestas organizadas por los Cerralbo, y oír la orquesta que tocaba en la tribuna superior.
CURIOSIDAD: en los frescos del techo de la sala de baile puedes admirar las divinidades del Olimpo, representadas de una manera bastante desenvuelta, casi "obscena". En una esquina, a tu espalda, con una chaqueta roja, puedes reconocer al propio marqués, que vigila no sólo las fiestas de su palacio, ¡sino también la visita que acabas de terminar!