Estás ahora frente a una de las pinturas más intensas del museo, Santa Catalina de Alejandría, pintada por Caravaggio en Roma poco antes del año 1600. En esta obra, Caravaggio amplía el formato de sus lienzos y modifica su estilo. Las figuras adquieren naturaleza monumental mediante luces fuertes y laterales, que distinguen claramente zonas de sombra de partes fuertemente iluminadas. De este modo, los personajes aparecen enmarcados sobre el fondo con un aspecto casi tridimensional, y los objetos parecen adquirir la consistencia táctil de los materiales de los que están hechos (metal, tela, madera, hojas).
La refinada elegancia de los colores y los ropajes puede que te parezca poco coherente con la idea del martirio, al cual aluden en primer plano la palma, la rueda y la espada. Si bien la mayor parte de los estudiosos pone en duda su veracidad histórica, Catalina de Alejandría ha sido una de las santas representadas con más frecuencia por el arte. Considerada, como princesa, un modelo para las mujeres nobles, se representa como una doncella ricamente vestida y a menudo con corona. Su martirio fue un asunto bastante complejo, como comprenderás al ver los dos instrumentos de tortura, la rueda dentada y la espada. De hecho, Catalina fue en un primer momento atada a una rueda con ganchos: pero este terrible instrumento de tortura se rompió milagrosamente, como nos muestra Caravaggio en el cuadro. Entonces la santa fue decapitada de una forma más brusca, con la espada ensangrentada que destaca en la pintura.
Caravaggio sigue escrupulosamente la tradición, pero transforma una imagen devocional en una presencia humana creíble, dedicándose con paciencia y precisión a la descripción de los tejidos y las vetas de la rueda de madera, retratada con gran maestría: el rostro de la santa, con los ojos oscuros vueltos y un haz de sombra que define el movimiento de la cabeza y el cuello, te recordará quizás a la Dama del armiño pintada por Leonardo en Milán.
CURIOSIDAD: para encarnar a la santa, Caravaggio hizo posar a una prostituta: se trata de Fillide Melandroni, modelo que vuelve a aparecer en otras obras del artista. Caravaggio estaba enamorado y ella le causó no pocos dolores de cabeza; también le hizo un retrato, el único que dedicó jamás a una mujer. Por desgracia quedó destruido en el incendio de Berlín en 1945.