Te encuentras ahora ante la joya más brillante del parque del Retiro: el Palacio de Cristal, tan hermoso como para hacer sombra al cercano Palacio de Velázquez, que de hecho es menos conocido y que visitarás poco después.
Ambos edificios son obra del mismo arquitecto, llamado Ricardo Velázquez Bosco: ten cuidado de no confundirlo con el famoso pintor del mismo nombre, con el que no tiene parentesco alguno. Este seductor y sinuoso edificio de vidrio, el Palacio de Cristal, parece que está anunciado por el potente chorro del géiser situado en el centro del estanque que tiene delante. Fue construido a finales del siglo XIX como inmenso invernadero para albergar las especies vegetales recogidas para la Exposición de las Islas Filipinas, de 1887. Hoy es sede destacada del Centro Reina Sofía, y además del placer de visitar el edificio, también puedes visitar alguna de las exposiciones que se celebran en él.
Si quieres admirarlo desde la mejor perspectiva, te sugiero que bordees en el sentido contrario a las agujas del reloj el estanque poblado por patos y tortugas, y que te pares cerca de una minúscula gruta bajo una graciosa cascada: desde aquí, dependiendo de la hora del día y de los rayos del sol, el edificio más fascinante del parque te parecerá casi salido de un sueño de hadas.
Ahora haz una pausa y ve al Palacio de Velázquez.
Como el Palacio de Cristal, también el Palacio de Velázquez, donde te encuentras ahora, funciona como espacio expositivo gratuito para el arte contemporáneo gestionado por el Centro de Arte Reina Sofía. El edificio fue construido con ocasión de la Exposición Nacional de Minería, Artes Metalúrgicas, Cerámica, Cristalería y Aguas Minerales de 1883. Te encantará sin duda por los pilares de cerámica de tonos azules que lo rodean, pero también por la fascinante cubierta de hierro y vitrales.
CURIOSIDAD: si hubieras estado en el Palacio de Cristal el 10 de mayo de 1936, te habrías llevado una sorpresa: una multitud de senadores y delegados se encontraba allí para elegir al presidente de la República. Eran tantos que el Parlamento no podía albergarlos.