La invasión napoleónica de España marca un punto de inflexión en la vida de Goya. En su pintura, hasta entonces abierta a las luces y los colores de la tradición dieciochesca, encuentran lugar con intensa sensibilidad los eventos grandiosos y trágicos del final del Antiguo Régimen, así como la convulsión provocada por Napoleón.
Angustiado y horrorizado, Goya produce ahora imágenes siniestras, fruto de una fantasía macabra e inquieta. Un tema recurrente, que te llamará la atención en sus pinturas, pero sobre todo en sus grabados y dibujos, son las infinitas formas de la violencia humana, una verdadera obsesión que culmina en los grabados de la serie Caprichos y en los "desastres de la guerra".
Profundamente perturbado por la guerra de 1808 y por la represión de las revueltas populares a manos de las tropas napoleónicas, Goya dedica dos lienzos a la insurrección de Madrid, y en particular a los Fusilamientos del 3 de mayo de 1808, una pintura que se te quedará grabada por el realismo y la renuncia a cualquier forma de retórica.
La cúspide del horror se alcanza en las Pinturas Negras, los murales que Goya pintó hacia 1820 para la llamada "Quinta del Sordo", su casa de campo en el río Manzanares.
Ahora haz una pausa y ve al nivel 0, a las salas de las Pinturas Negras.
Como ves, estas salas han sido modificadas para reproducir dos habitaciones de la casa de campo de Goya, y se encuentran entre las más famosas del Prado. El autor llamó a estos murales Pinturas Negras: negras por el color dominante, pero sobre todo por lo terrible de sus temas. Un cuerpo desgarrado por un gigante caníbal, Saturno devorando a un hijo, dos campesinos que se matan a palos mientras se hunden en arenas movedizas, una procesión de peregrinos locos y fanáticos, un pobre perro que se hunde en arenas movedizas, etcétera. En estas obras Goya se presenta como un "testigo moral" universal, una conciencia crítica que indica con consternación los eternos abismos del mal, trágico resultado del "sueño de la razón".
CURIOSIDAD: por la noche, para dar luz a su habitación, Goya pegaba velas en el ala de su sombrero de copa, y así daba las últimas pinceladas a sus cuadros.