En la planta baja, que en los planos se llama Nivel 0, encontrarás las salas con las obras más antiguas del museo, incluyendo la magnífica sección dedicada a la pintura alemana y flamenca y los cuadros italianos del primer Renacimiento, con maestros del calibre de Beato Angelico, Mantegna y Rafael.
El vínculo entre España y la región franco-belga de Flandes es mucho más estrecho de lo que cabría pensar por la geografía. El emperador Carlos V nació en Gante en el año 1500, y los ricos territorios de los Países Bajos formaban parte del imperio de los Habsburgo. Además, el mayor pintor flamenco del siglo XV, Jan Van Eyck, se había establecido en España, influenciando el estilo de los pintores locales, como podrás comprobar en las salas de esta parte del museo.
Entre las mayores obras maestras de la pintura flamenca te recomiendo sobre todo el gran Descendimiento de la cruz, pintado en torno al 1440 por Rogier van der Weyden, impresionante por la monumentalidad de las figuras y la brillante riqueza de los colores. Notarás que a diferencia de la representación habitual, esta escena del Descendimiento está ambientada en un espacio bastante restringido (simple hierba), lo que hace que sea más íntima y dramática. Observa también lo eficaz del contraste entre el vestido azul de la Virgen, que cae al suelo inconsciente, y el hábito elaborado de José de Arimatea a la derecha, con diseños de motivos dorados.
En la sección alemana no puedes perderte las obras de Alberto Durero, el mayor pintor del Renacimiento en Alemania. Te recomiendo especialmente el Autorretrato con guantes, pintado cuando Durero tenía sólo veintisiete años, y sin duda era consciente de su magnética belleza, acentuada por el largo pelo ondulado, y de su creciente éxito social, puesto de manifiesto por los refinados ropajes.
También en la planta baja, tras el mostrador de información, encontrarás la primera parte de las colecciones de pintura española, una sección menos interesante, a excepción de las dos últimas salas, dedicadas a Goya, del que te hablaré más tarde.
CURIOSIDAD: Alberto Durero era un hombre muy generoso y con frecuencia regalaba sus obras. O aceptaba como pago objetos de escaso valor, como un caparazón de tortuga, una aleta de tiburón, sirope de cedro y ¡hasta un frasco de alcaparras!