¡La Catedral es uno de los monumentos más bellos de Nápoles!
La Catedral que vas a visitar, cargada de historia y de belleza, y dedicada a la Virgen de la Asunción, se alza justo en el corazón de la ciudad grecorromana, entre las calles más antiguas de la ciudad, que coinciden con la actual via dei Tribunali. Fue precisamente un emperador romano, el cristiano Constantino, el que en un principio construyó una basílica en la zona donde antes se encontraba un templo dedicado a Apolo.
Todavía hoy, en este complejo arquitectónico puedes encontrar rastros de antiguos edificios de culto: el Oratorio de Santa María del Principio, erigido por el primer obispo de Nápoles; la Basílica de Santa Restituta, del siglo IV; y el Baptisterio de San Juan in Fonte. Todas estas construcciones preexistentes se incorporaron o destruyeron cuando, a partir de 1270, los angevinos iniciaron la construcción de la Catedral, que se completó cuarenta años más tarde, en estilo gótico. En ella trabajaron arquitectos napolitanos y toscanos.
La fachada tiene 50 metros de alto, y con el paso de los siglos ha sufrido muchas remodelaciones, la primera a mediados del siglo XIV, después de un terremoto. De la fachada original quedan sólo las esculturas que puedes admirar en la portada central, que representan leones y a la Virgen. Las figuras que están al lado son del siglo XV. La portada de la derecha sólo se abre, tradicionalmente, con ocasión de las tres festividades dedicadas cada año a San Jenaro, así como en caso de matrimonio de los miembros de la familia Minutolo. La fachada actual es el resultado de una reconstrucción de estilo neogótico proyectada a finales del XIX.
CURIOSIDAD: si estás en Nápoles el sábado anterior al 1 de mayo, el 19 de septiembre y el 16 de diciembre, no te pierdas la tradicional ceremonia de la "licuefacción de la sangre de San Jenaro". El arzobispo de Nápoles coge las tecas con la sangre del santo patrón y sacude ligeramente las ampollas: si el contenido se vuelve fluido, la multitud de fieles lo festeja. Una de las ampollas está llena en tres cuartas partes, la otra, más pequeña, está medio vacía, porque cuando Carlos de Borbón se convirtió en rey de España se llevó consigo un poco de la sangre. En 1991, un análisis confirmó que efectivamente contienen hemoglobina, una sustancia presente en la sangre.