BASÍLICA DE SAN APOLINAR EN CLASSE

Presentación Y Exterior

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La Basílica de San Apolinar en Classe es uno de los mayores edificios paleocristianos que se conservan.

Su nombre «en Classe», que la distingue de la homónima Basílica de San Apolinar Nuevo, está vinculado a su ubicación. De hecho, se construyó en el siglo VI cerca del importante puerto de Classe. El nombre del lugar procede de la palabra latina classis, que significa «flota».

En las inmediaciones se puede visitar la amplia zona arqueológica del antiguo puerto, con restos de calzadas y edificios que datan de los siglos V y VI, cuando se convirtió en uno de los puertos comerciales más importantes del Mediterráneo.

La construcción de la basílica, financiada por Giuliano Argentario, el mismo banquero que ya había sufragado los gastos de la construcción de la Basílica de San Vital, fue encargada por el obispo Ursicino. La iglesia estaba dedicada a San Apolinar, fundador de la primera comunidad cristiana en Rávena alrededor del siglo II y enterrado en una necrópolis cerca del puerto.

El exterior es sencillo, con revestimiento de ladrillo, un atrio delante de la fachada y una triple ventana ojival en el centro. El atrio tenía la función de acoger, casi como si fuera una antesala de la basílica, a los penitentes y a todos aquellos que iban a recibir el sacramento del Bautismo.

Al pasear por el edificio, verás numerosas ventanas. Gracias a ellas, el interior está bien iluminado para resaltar los magníficos mosaicos que pronto podrás observar.

De camino al exterior, detente a contemplar con atención el campanario de base circular añadido en el siglo X. Con casi 38 metros de altura, se caracteriza por la presencia de numerosas ventanas que, partiendo de la parte inferior, pasan gradualmente de simples ventanucos a ventanas ojivales simples, dobles y triples.

Se trata de un recurso para aligerar el peso de la estructura a medida que se eleva en altura.

 

Curiosidad: en 1449, el noble Segismundo Pandolfo Malatesta, señor de la cercana Rímini, se apoderó de muchos mármoles preciosos que revestían las paredes de las naves de la basílica con el fin de reunir materiales para construir su Templo Malatestiano. Así que, si quieres hacerte una idea del esplendor original del edificio, te recomiendo visitar Rímini y contemplar la fachada del Templo.

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