Como te decía, la basílica está vinculada a la adoración de los Reyes Magos, y si por casualidad se encuentras en Milán a principios de enero, puedes asistir a la impresionante procesión de la Epifanía, que termina justo aquí, en San Eustorgio.
Al principio del Evangelio se dice que los Magos eran sabios orientales, expertos en astronomía, los cuales siguieron una estrella fugaz para llegar a Belén y llevar regalos al recién nacido Jesús. Sus restos mortales, procedentes de Oriente Medio, se conservaron durante muchos siglos en el enorme sarcófago de granito que se encuentra detrás de la Capilla de los Reyes Magos, la última del lado derecho, a la altura del altar mayor: lo reconocerás por la inscripción Sepulcrum Trium Magorum, "tumba de los tres magos".
Pero cuando el emperador Federico Barbarroja, después de un largo asedio, logró conquistar Milán, tomó los restos de los Magos y los llevó a la catedral de Colonia, donde hizo construir un suntuoso relicario para albergarlos. Los milaneses han pedido, sin éxito, la restitución de los bienes robados, pero han tenido que conformarse con sólo algunos fragmentos de hueso (tomados, al parecer, de cada uno de los tres esqueletos), que ahora se conservan en la urna de bronce de la capilla.
Los Reyes Magos y el azaroso viaje de su sarcófago se ilustran varias veces en la basílica. En la parte superior de la fachada está representada la Virgen con el Niño y los Reyes Magos, mientras que dentro del capitel románico del tercer pilar de la derecha se muestra un ángel que ayuda al obispo Eustorgio a transportar el pesado sarcófago. Según la leyenda, los bueyes que tiraban del carro, se detuvieron de improviso a las puertas de Milán, en la zona donde se crearía la basílica.
Si quieres saber más sobre la historia del viaje de los tres Reyes hacia Belén, ve al altar de la Capilla de los Magos y la podrás seguir, contada por imágenes a modo de fábula y repleta de interesantes detalles narrativos, en formato de tríptico con tres bajorrelieves de mármol del siglo XIV.
CURIOSIDAD: según la tradición, cuando un arzobispo viene de visita a Milán debe ir siempre a la basílica de San Eustorgio antes que a cualquier otra iglesia.